NO es cierto que la supresión del delito de sedición sea el pago a los independentistas catalanes para que le aprueben los Presupuestos Generales del Estado. Ni que Pedro Sánchez se asegure la permanencia en el poder, con esa concesión, un año más, hasta que convoque elecciones. Pedro va más lejos, tiene más hartura de miras, como diría una ministra. El líder del sanchismo ha diseñado una hoja de ruta para el próximo lustro, que pasa por un tripartito con Unidas Podemos (o como se llame en el futuro) y con Esquerra Republicana, para gobernar en Cataluña y en España. Esa es su estrategia para derrotar al PP de Feijóo.

Las cuentas que intenta salvar Sánchez con la supresión de la sedición no son las del Estado, sino las suyas. Tiene como prioridad hacerse fuerte en Cataluña. Ya lo está consiguiendo. Las últimas encuestas estiman que el PSC puede ser el partido más votado en Cataluña para las generales, e incluso para las autonómicas. ERC se mantendría. JxCat, tras salir de la Generalitat, se puede venir abajo. Y el PP, con Feijóo, mejora, pero casi todo lo que avanzaría en Cataluña sería a costa de Ciudadanos y se quedaría lejos del PSC. Para las generales, lo pueden compensar en otras autonomías. No obstante, el crecimiento del PSC y ERC en Cataluña (sumados a Unidas Podemos, los socios vascos del PNV y Bildu, el BNG en Galicia y algunos regionalistas) podría permitirle renovar un Frankenstein II.

El otro objetivo de Sánchez es que el PSC vuelva a gobernar en Cataluña, en un tripartito, junto a ERC y los comunes comunistas. Estos últimos van a menos, por la mala gestión de Ada Colau en Barcelona. Pero, si le suman las cuentas, nos podríamos encontrar con Pere Aragonès (o incluso Oriol Junqueras) de presidente de la Generalitat, y con Salvador Illa de lugarteniente. Y con Puigdemont y su grupo fuera del poder, y debilitados por los casos de corrupción pendientes de juicio. En ese escenario, el centro derecha catalán (ya no sabe a dónde mirar, tras desaparecer Convergencia y Unió y hundirse Ciutadans) se quedaría sin referencia, ya que no está preparado para apoyar masivamente al PP.

En ese escenario, que tiene opciones de ser real, Pedro Sánchez se jugará todo para agradar a sus socios catalanes y vascos. En detrimento no ya de Madrid, sino de Andalucía y otras comunidades. Las protestas de los barones socialistas moderados tienen mucho que ver con el panorama discriminatorio que está gestando el sanchismo.

José Joaquín León