LA Semana Santa es la fiesta más importante de España. En ningún país de Europa se celebra con semejante intensidad. Aunque en otras regiones españolas también genera un importante impacto, en Andalucía alcanza su cumbre. Y no sólo por las celebraciones religiosas con las procesiones, también por el turismo de playa y el cultural. Según las estimaciones del Ayuntamiento de Sevilla, en 2019 (el último año antes de la pandemia), produjo unos beneficios de 400 millones en la ciudad. Los consejos y agrupaciones de hermandades ya estimaron en 2014 que en las ocho capitales andaluzas y Jerez los beneficios totales eran de 600 millones. Para este año 2023 podrían superar los 1.000 millones. Por ello, ya ni los políticos más ateos dudan de la utilidad de la Semana Santa, que valoran más allá de la fe religiosa que la origina.

En estos días, previos a la campaña electoral, en Andalucía vamos a ver un gran despliegue de políticos en torno a la Semana Santa. Pedro Sánchez suele afrontar la cuestión religiosa como si no existiera. No la valora positivamente nunca, para no molestar al sector más radical de la izquierda. Pero tampoco expresa hostilidad anticlerical ni antirreligiosa. En su Gobierno, hay una ministra, Pilar Llop, titular de Justicia, que es la más cofrade. El Viernes de Dolores ya estaba en Sevilla viendo pasos por Pino Montano y Bellavista y acabó en la bajada del Gran Poder. También la trianera María Jesús Montero, ministra de Hacienda, suele acudir a Sevilla. Aunque no con la pasión que ponía su compañera Susana Díaz, devota de la Esperanza de Triana, cuando era presidenta de la Junta y recorría los besamanos y besapiés.

El actual Gobierno andaluz cuenta con cualificados cofrades. Empezando por el presidente, Juanma Moreno, que además de sus devociones en Málaga, cuida las sevillanas: sus hijos salen de nazarenos en la Borriquita. El consejero de Política Industrial y Energía, Jorge Paradela, sale de nazareno y es de los más cofrades, como lo es la actual consejera de Educación, Patricia del Pozo. A la Semana Santa llegan incluso políticos de otras autonomías.

En los años 60 y 70 algunos decían que la Semana Santa acabaría cuando muriera Franco. Pero ya se ha visto que no. Desaparecieron los patrocinios de algunas cofradías, pero ganaron hermanos, participación y compromiso social. Así la Semana Santa ha crecido. Ayuda para la fe. Y también favorece el ocio y el negocio.

José Joaquín León