AHORA es muy fácil decir que Rita Barberá ha sido víctima de una cacería política, o pensar que seguiría viva sin la lapidación política a que fue sometida. Lo difícil es mantener la presunción de inocencia de las personas (sean del partido que sean) hasta que se pronuncien los tribunales y los condenen, o no. Y aún después, si son condenados, tener la misericordia (incluso ahora que se ha terminado el año) de reconocer que en la vida de las personas hay aciertos y errores, sin disculparlos, pero sin pisotear su memoria, incluso después de muertos, con actos despreciativos que retratan el odio y la inhumanidad de quienes los cometen.

En la vida de Rita Barberá, como en la de todos los políticos (condenados o sin condenar) hubo luces y sombras; aunque algunos políticos tienen más luces y otros más sombras. El principal error de Rita fue importante: no retirarse a tiempo, empeñarse en mantener el acta de senadora para blindarse ante los tribunales, desafiando incluso a su partido y tirando a la basura su patrimonio político. Porque Rita Barberá no era una señora cualquiera del PP, sino que fue la alcaldesa más votada en capitales de España, junto a Teófila Martínez en Cádiz. Ambas obtuvieron mayorías superiores al 50% de los votos, con la diferencia de que Barberá lo consiguió en Valencia, que es la tercera ciudad en número de habitantes.

Muchos ya no se acuerdan, pero cuando Rita era alcaldesa se llegó a hablar de que Valencia sería la capital del Mediterráneo si Cataluña se independizaba de España, y que muchas empresas se mudarían desde Barcelona. Algunos incluso no lo veían tan mal. En los 90 y la primera década del siglo XXI Valencia tuvo un progreso espectacular. Sin haber contado con eventos extraordinarios en el 92 (como Madrid, Barcelona y Sevilla), después dispuso de otros, como la Copa América. Por ahí se perdió el PP valenciano, más por culpa de Camps que de ella. Pero la Valencia de hoy, con su gran transformación, es inconcebible sin la gestión de Rita Barberá. Arrollaba. Hasta que unos metieron la pata y otros la mano.

Si hay linchamientos anticipados en la política  actual no es por culpa de  Ciudadanos y Podemos, que cuentan con la ventaja de no haber existido en los años de oro de la burbuja inmobiliaria, el dinero fácil y las malas tentaciones. La culpa de que se defenestre a cualquiera, en caso de duda, es del PP y del PSOE, que se han dedicado a devorarse mutuamente, por sus intereses partidistas. Sin entender que condenar al rival antes que los jueces, y matar a los vivos por si acaso, es una injusticia. Además de ser un error que han pagado muy caro.

José Joaquín León