En 1973 un incendio calcinó a la antigua Virgen del Patrocinio y dañó gravemente al Cachorro l Luis Álvarez Duarte talló una nueva dolorosa, inspirándose en la anterior, pero con su estilo

EL 26 de febrero de 1973 nunca se le olvidará a los cofrades del Cachorro. Aquel día, poco después de las dos de la tarde, un albañil llamado Rafael Blanco Guillén vio salir humo del templo. Entró por un balcón y apartó los candeleros que ardían, hasta llegar al altar y salvar al Cachorro. El portentoso Crucificado sufrió daños graves, pero pudo sobrevivir a las llamas. Posteriormente fue admirablemente recuperado por los hermanos Antonio y Joaquín Cruz Solís. Sin embargo, en aquel lamentable siniestro, la Virgen del Patrocinio quedó reducida a cenizas.

A esa Virgen la llamaban “la Señorita de Triana”. El poeta Antonio Rodríguez-Buzón le había escrito un famoso poema que empezaba así: “La Señorita le dicen;/ Mocita la piropean,/ Flor de las flores le gritan/ por balcones y azoteas…”. Esa antigua imagen, de autor desconocido, había llegado en 1921, para sustituir a la anterior dolorosa, atribuida a Cristóbal Ramos, que fue reconvertida en Virgen de los Dolores. Al parecer, la imagen que se perdió en el incendio procedía de un pueblo de Sevilla y fue restaurada ese año 1921 por Joaquín Bilbao.

Pocos días después del incendio ocurrió el milagro. Luis Álvarez Duarte era entonces un joven imaginero de poco más de 23 años, que tenía su taller en la calle Aguiar. Allí se encontraba aquella tarde de febrero de 1973, cuando sintió pasar un sinfín de coches de bomberos y ambulancias hacia Triana. Poco después se enteró de que se había declarado un incendio en la iglesia del Patrocinio, donde recibía culto el Cachorro.

Fue su amigo Pepe Gómez Clérigo, cofrade del Cachorro y del Museo, quien le dio la noticia. Venía desolado. Le contó que la Virgen del Patrocinio había quedado completamente destruida, y le sugirió que hiciera un boceto para una nueva Virgen y que se lo presentara a la hermandad. Luis Álvarez Duarte acudió con su amigo al templo, donde pudo comprobar la magnitud de la tragedia. Pero la propuesta de ofrecerse le pareció aventurada. Ante la insistencia, optó por hacer un modelo del rostro en barro, que presentaría a los cofrades del Cachorro cuando estuviera acabado.

Cuenta Álvarez Duarte que sintió algo en su interior, que le movió a modelar la mascarilla. Desde el principio supo lo que quería: una Virgen que evocara a la anterior, que se pareciera, pero que al mismo tiempo tuviera su impronta y su estilo, que fuera inequívocamente suya. El profesor José Hernández Díaz, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, avaló aquella idea.

Hizo la mascarilla y el cuello, modelado en barro. Aún estaba fresco, cuando le puso un paño blanco, a modo de tocado. La Junta de Gobierno del Cachorro, que entonces tenía como hermano mayor a Carlos Elliott, acudió a verla. Se llevaron una grata impresión y le pidieron que siguiera adelante, aunque con la condición de mantenerlo en silencio.

El 15 de abril de 1973 la nueva Virgen del Patrocinio fue bendecida. Los últimos días fueron intensos en el taller del escultor. Le llevaron un manto verde, una saya antigua y una corona de plata, con la que vistieron a la nueva imagen. Antes de ser bendecida, acudieron a verla algunas personas, entre ellas el cantaor Manolo Mairena, que acudió con el periodista José Luis Montoya. Fue Mairena quien le cantó allí la primera saeta, compuesta por el cofrade José Mena Martagón.

En el acto de la bendición, que estuvo presidido por el cardenal José María Bueno Monreal, hubo momentos muy emotivos. El Cristo de la Expiración, aún dañado por el fuego y sin restaurar, permanecía en su camarín. Antonio Mairena, de rodillas, le cantó una impresionante saeta al Cachorro. Después le cantó a la nueva Virgen del Patrocinio la saeta inolvidable que interpretó por vez primera su hermano Manolo en el estudio de Álvarez Duarte: “Y no pudieron las llamas/ destruirte, Patrocinio,/que el corazón de Triana/ te ha devuelto a tus dominios/ igual de hermosa y gitana”.

Unos días antes, el 10 de abril de 1973, en el puente de Triana, se llevó a cabo un ritual casi mágico. Los cofrades del Cachorro decidieron que la mascarilla de terracota sería destruida para que nadie pudiera reproducir nunca jamás la cara de la Virgen del Patrocinio. Asistieron los miembros de la Junta, Álvarez Duarte y algunos amigos. Llegaron al puente de Triana por el lado de la capillita del Carmen. Rezaron una salve. Antes de llegar a la tercera farola, el escultor rompió la mascarilla con el mazo que había utilizado para tallar a la Virgen. La cara quedó rota en varios trozos y la tiraron al río. A continuación, arrojaron unos claveles de color rosa, como los que luce el Viernes Santo. En las aguas del Guadalquivir quedaron los restos de la cara de la nueva Virgen del Patrocinio. Se quedó su recuerdo para siempre.

En la que hoy es la basílica del Cristo de la Expiración, renació la nueva Señorita de Triana, la Madre del Cachorro. Cuenta Álvarez Duarte que el escritor Antonio Gala le dijo que se le debía considerar “el abuelo del Cachorro”, ya que era el padre de su Madre.

Más allá de las anécdotas, Patrocinio le dio fama universal a Luis Álvarez Duarte. Es una de las imágenes que  ha marcado su vida. Fue el artífice de una Virgen que está viva, aún más espléndida, renacida de sus cenizas entre las llamas de un fuego.

José Joaquín León