El Pregón de Julio Cuesta fue muy de Julio Cuesta, muy suyo, muy como es él. Pregón de contenido profundo, nada superficial. Pregón reflexivo, muy del momento. Pregón cristiano, y también comprometido, como se suele decir, entrando en terrenos difíciles, y sin aliviarse. Pregón muy sevillano, pero no desde el casticismo, sino de la Sevilla Universal y heroica, la que dio la vuelta al mundo y conquistó América, la de su barrio del Arenal y de Triana con la pequeña catedral del Baratillo, la del pueblo que sabe guardar las formas. Pregón muy de la familia, en la que estuvieron presentes Carmen, su esposa, y también sus padres, sus hijos, sus nietos, con los que recordó sus vivencias. Pregón bien dicho, según se esperaba de un buen orador como es él, que habló con sosiego, y no necesitó alardes histriónicos para buscar aplausos fáciles.

El primer aplauso de la mañana se lo regaló Juan Carlos Cabrera al arzobispo Asenjo. Fue una presentación donde Cabrera trasteó con mucho oficio el toro del Pregón tras dos años de espera. El primer aplauso para Julio Cuesta se lo dedicó él mismo a las víctimas de la pandemia, para las que pidió un minuto de silencio, con el colofón del Padrenuestro.

Después, durante 85 minutos (ovaciones incluidas) desgranó un Pregón que se notó salido desde el dolor de un tiempo difícil. Un Pregón que en algún momento estuvo hecho añicos. Un Pregón que le obligó a imaginar. Un Pregón que inició acompañado en el texto por sus seres queridos, por el nieto que reza a la Pura y Limpia, por el recuerdo de su esposa en su juventud, por la madre que le enseñó a rezar a la Esperanza de Triana, por el padre que vivió la salida difícil de la Estrella en 1932…

Un Pregón para la reflexión y muy cristiano que entró en asuntos delicados, como la persecución a la Iglesia; o el odio histórico de los que quieren cambiar la paz por la guerra, con un emotivo recuerdo a la Hiniesta, quemada dos veces, y que hoy es un símbolo del perdón.

Una Sevilla que acoge devociones de ida y vuelta, en la que caben los lugares de todas las Vírgenes y las Vírgenes de todos los lugares, como desgranó. Donde la Esperanza está en los hospitales y en los que buscan un torrente de esperanza contra el cáncer. O donde el Nazareno nos ayuda en un viaje por la vida, que remató con su emoción por la visita del Gran Poder a los más humildes, simbolizados en los Tres Barrios.

Un Pregón que remató con Sevilla mirando a su cielo, porque en Semana Santa el cielo es Sevilla. Un Pregón que nos llevó a un tiempo diferente: el de la luz para después de una oscura pandemia.

José Joaquín León