NO puede extrañarnos que las hermandades y cofradías sufran tentaciones. Hasta el Hijo de Dios fue tentado por Satanás en el desierto. Se recordó el primer domingo de Cuaresma, al leer el Evangelio, en las 20 funciones principales de instituto celebradas por las hermandades sevillanas aquel día. Afrontar bien las tentaciones (a veces presentadas bajo la trampa de atractivos) es la obligación del cofrade. En estos tiempos, en torno a las hermandades, pulula un frikismo exacerbado, ajeno a lo que es propio de la religiosidad popular, que se disfraza y camufla sus intereses para distorsionar lo que de verdad importa.

No es lo mismo el folklore que el frikismo. Las hermandades y cofradías siempre han disfrutado con su folklore propio (en el buen sentido de la palabra, como explicó Antonio Burgos en un libro de referencia), que no se debe confundir con el frikismo que se aprovecha de la Semana Santa para pervertirla y adulterarla. A veces incluso con intereses económicos, nada altruistas ni solidarios, que se advierten o se ocultan, y que en realidad aprovechan el marketing cofrade para llegar a una clientela potencial de miles de hermanos. Negocietes ajenos al sentir religioso y las costumbres de las hermandades, que conviene poner bajo lupa. Sobre todo cuando no se entienden, o perjudican para otros fines más nobles.

Pero el folklore de la Semana Santa también puede derivar hacia el frikismo. Ocurre cuando se desvirtúa y se basa en lo accesorio, sin profundizar en lo que fundamenta las devociones. No obstante, ese frikismo que pulula no debe llevarnos al pesimismo ni el catastrofismo. Las hermandades saben donde están, y atraen personas a la Iglesia católica, con una capacidad muy superior a las demás instituciones de laicos que operan en Sevilla. Eso lo sabe el arzobispo, José Ángel Saiz, que se ha convertido en el mejor valedor que actualmente tienen. Sin que todo valga, claro.

La Semana Santa y la religiosidad popular siguen vivas, resisten bastante bien las tentaciones. Esta Cuaresma se ha visto en los cultos. Es absurdo que proliferen las críticas a los vía crucis externos, que han sido ejemplares, con momentos bellísimos, algunos por rincones insólitos. Citar los mejores sería injusto, porque hemos visto no menos de una docena de vía crucis inolvidables. Lo que pasa es que algunos que los critican no los han visto, o no se les ha visto a ellos, por lo que critican de oídas, o por no se sabe qué motivos. En general, hemos visto cortejos serios. Y es positivo que la fe de esos hermanos y hermanas se vea en las calles.

Y no sólo en las calles, también en el interior de los templos. Los cultos de reglas han alcanzado una solemnidad creciente. A las protestaciones de fe (¡ojo!, son de fe) han regresado muchos hermanos que no asistieron en los años de la pandemia. La parte formal de los cultos (incluida la música) es excelente y sirve para realzar el amor a los sagrados titulares. Aunque nos podemos quedar sólo en la curiosidad, o en la anécdota, detrás de lo que se ha visto se encuentra esa fe, no fácil, que supera las tentaciones.

Los frikismos llaman la atención, a veces inquietan, pero no olvidemos que la mayoría de los cofrades saben lo que hacen.

José Joaquín León