EL principal motivo por el que no se han construido los túneles de la SE-40 es el desinterés de Sevilla por sus obras públicas. Se protesta, sí, a cargo de los empresarios y los organismos más afectados, también el PP o el PSOE cuando gobiernan los otros, pero no hay una verdadera movilización popular para exigir esas obras. La gente no se entera de que allí ya han gastado decenas de millones de euros, y que el Ministerio de Fomento va a pagar 166 millones (que se dice pronto) en indemnizaciones a las empresas que no construirán los túneles de la SE-40, según los cálculos de la Junta. Sin olvidarnos de que ya han invertido 80 millones, que no servirán para nada. O que la UTE formada por OHL, Azvi y Sando compró una tuneladora no utilizada que costó 30 millones de euros, en cuyo mantenimiento el Ministerio ha gastado más de un millón al año desde 2012.

Ahora, el ministro Ábalos vuelve a partir de cero. Y lo va a retrasar dos años más. El nuevo estudio que van a encargar para decidir si se construye un túnel o un puente costará en torno al millón de euros. Comparado con lo que han tirado ya a la basura son migajas. En las obras públicas españolas los millones se gastan con una alegría que llama la atención, si se comparan con otras inversiones. Los costes de las obras públicas se multiplican de un año para otro. Y ahí está Fomento, a lo loco.

Al salir a licitación la redacción del nuevo estudio, el asunto ha alcanzado una dimensión nacional. Ya se han enterado en Madrid de que en Sevilla están tirando millones a la basura desde hace más de 11 años, y que todavía siguen, y que todavía no saben qué hacer, pues van a cambiar el proyecto completamente del todo. Con este nuevo frenazo, la SE 40 seguirá siendo una autovía interrupta (en el tramo probablemente principal), y lo será mientras no cruce el río Guadalquivir.

Pensar que el dinero va ser aportado amablemente por Europa, a través de sus fondos, resulta temerario. En Bruselas han sido confiados, pero ya están escamados, viendo lo que hicieron con los tranvías, con los trenes de alta velocidad (como el AVE de Sevilla a Granada por Osuna y Antequera) y con otras obras públicas en las que se ha disparado el gasto sin ton ni son. Por consiguiente, deberían dar muchas garantías, quizá demasiadas.

Atribuir el fracaso a motivos técnicos deja en mal lugar a la ingeniería española. En otros países han completado obras más difíciles en tiempos de récords y por un coste muy inferior. Eso también nos hace pensar sobre el origen del mal. Es un escándalo, se mire por donde se mire.

José Joaquín León