ENTRE las medidas más discutidas y discutibles para frenar la pandemia están los aforos. En la práctica habitual se han convertido en un comecocos, y han degenerado ante la pasividad de las autoridades. De nada sirve que Juanma Moreno y Juan Marín eleven o disminuyan los aforos si después la gente se comporta de cualquier manera. De modo que lo esencial (en este caso, como en otros) no es sólo la fría cifra del 30% o del 50%, ni que se reúnan en una mesa seis o cuatro personas, sino qué hacen, a qué dedican el tiempo libre. Y ahí es dónde están fallando estrepitosamente, porque han bajado la guardia y no se vigila como en la reapertura de mayo y junio.

El centro comercial Lagoh, de Palmas Altas, que es el mayor de Andalucía, estaba el sábado pasado, a las 18 horas, con un 67% de su capacidad, según los datos que indicaban en sus paneles (hay fotos). A esa misma hora, si ibas a misa a la Capilla Real de la Catedral, el aforo estaba restringido al 50%. Si bien, esta semana, los centros comerciales deben cerrar a las 18 horas, y los aforos de los templos se han reducido al 30%. No entiendo por qué en un centro comercial permiten un aforo que no se le consiente a una iglesia, si en ambos casos se trata de espacios cubiertos. Aunque es cierto que ni el comportamiento ni el perfil de los asistentes suele ser igual. Y ese es otro de los motivos de la extrañeza. Los fieles de las misas suelen ser más recatados y precavidos que algunos canis y algunas chonis de las rebajas.

No pretendo criminalizar los grandes centros. Tras el confinamiento total de la pasada primavera, los centros comerciales de Sevilla mantuvieron una actitud ejemplar. Exigieron las mascarillas de Illa (y vigilaron el cumplimiento) antes de la cogobernanza. En algunos comercios también se exigía el uso del hidrogel al entrar, y había vigilantes de seguridad o empleados atentos al personal que acudía y a sus circunstancias. Esa disciplina que veíamos se ha relajado, poco a poco, en los centros comerciales. No en el uso de la mascarilla, pero sí en las distancias y en las actitudes, que a veces dan lugar a aglomeraciones de grupos y a tiendas llenas. No siempre, pero sí en casos que llaman la atención.

Pasa igual con el aforo de los bares. De nada sirve que permitan seis o cuatro personas si en la práctica hay más de 20 amigos sin mascarillas entre varias mesas, como se pudo ver el pasado fin de semana en algún local sevillano. O si prohíben fumar en las terrazas y no se cumple. Son contradicciones vistosas, que restan eficacia y hunden la credibilidad de las medidas presuntas de la Junta.

José Joaquín León