EL Vaticano ha dado a conocer que don José Ángel Saiz Meneses será el nuevo arzobispo de Sevilla. Después de que los expertos en fake news utilizaran en vano el nombre de siete u ocho obispos españoles, como presuntos candidatos. En la plaza de la Virgen de los Reyes no organizan fumatas, pero para Sevilla es muy importante. Incluso en los protocolos, un arzobispo de la archidiócesis hispalense tiene un rango más elevado que en otras del país. El recién nombrado, de entrada, ha sido castellanizado, pues hasta ayer figuraba en la web de la Conferencia Episcopal y en la diócesis de Tarrasa (o Terrassa) como Josep Àngel. Ha pasado a ser José Ángel, como lo era cuando nació en Sisante (Cuenca), hace 64 años.

En Sevilla, el lugar de origen del nuevo prelado se mira con lupa. Por referirnos sólo a los dos últimos, el emérito Amigo Vallejo es natural de Medina de Rioseco (Valladolid) y el cesante Asenjo Pelegrina nació en Sigüenza (Guadalajara). El nuevo arzobispo también es de origen castellano, manchego como Asenjo, y fue ordenado en Toledo. Sin embargo, don José Ángel destacó como obispo charnego en Cataluña.

La familia emigró a Barcelona cuando él tenía nueve años. Estudió en el Seminario Menor barcelonés, antes de ingresar en el Seminario Mayor de Toledo, en cuya Catedral fue ordenado. Sus destinos como obispo han estado vinculados a Barcelona, donde empezó al amparo del cardenal Ricard María Carles, y después a Tarrasa, una nueva diócesis, en el difícil escenario catalán.

Por supuesto, no es independentista. Lo consideraron cercano a Rouco y decían que la progresía lo ponía “en un pim pam pum”. Don José Ángel ya ha predicado cultos de la Hermandad de la Macarena. En su primer mensaje ha citado todo lo que había que citar para quedar bien. No debe ignorar que en Sevilla pretenden que los arzobispos lleguen sabiendo cuantos costaleros calzan en el paso de la Canina, como si vinieran para un concurso de cultura cofrade.

Al nuevo arzobispo hay que darle la bienvenida. ¡Recibidlo bien, sin trampitas para pillarlo! Y, en este momento, también hay que acordarse de don Juan José Asenjo, cuya labor se reconocerá más con el paso del tiempo. Su ejemplo de los últimos meses es impresionante. Está casi ciego y ha seguido atento a todo, a la espera del retiro. Se quedará aquí, será un vecino más del barrio de San Lorenzo, y con ello demuestra también que ama a Sevilla, la sede de una archidiócesis compleja, con sus más y sus menos.

José Joaquín León