LAS primarias del PSOE de Andalucía avanzan viento en popa a toda vela. Con algo debían distraer a la gente, después del ridículo de Ángel Gabilondo y su tutor Pedro Sánchez en Madrid, y después de las ferias y fiestas que ha montado la alegre chavalería para celebrar el fin del estado de alarma. No es lo mismo que el fin de la pandemia, como han recordado algunas voces de los que cuentan camas de UCI. Para distraer nada como lanzar a Juan Espadas contra Susana Díaz, en la romería del día de San Antonio, el 13 de junio, cuando han convocado las primarias. Y con dos espontáneos que han saltado al ruedo, Luis Ángel Hierro y Manuel Pérez, para animar más el cotarro. Hierro se reivindica como un sanchista viejo; no es un converso como Juan Espadas, al que antaño se suponía susanista, y no mostraba síntomas asimilables al sanchismo viejo, que aquí era el de Gómez de Celis y Toscano el nazareno.

Por el contrario, a Juan Espadas se le había visto en el PSOE como lo contrario de lo que era Pedro Sánchez. A Juan Espadas, como barón, uno se lo figura en plan manchego Emiliano García Page. A Emiliano se le veía en el Corpus de Toledo, como a Juan en el Corpus de Sevilla (cuando había procesiones, quiero decir, que es lo único que todavía no hay), y eran de centro izquierda moderado, gente de orden, aficionados al buen uso de la corbata, que se rebrincaban cada vez que el jefe sacaba a Frankenstein de paseo, ora con un republicano separatista catalán, ora con un proetarra reciclado batasuno... Tampoco era proclive a pactar con los podemitas, y prefería el naranja de Ciudadanos al morado de los extremistas de izquierda, que ahora gobiernan con su Pedro.

Así que identificar el nuevo juanismo con el pedrismo es muy fuerte… Supone que el Juan nuevo va contra el Espadas viejo. Que ya no es lo que era: un alcalde socialista que gustaba mucho a la derecha. Por el contrario, a la derecha, el pedrismo o el sanchismo (pues de ambas formas se conoce ese mal) le provoca náuseas y ganas de votar a Vox. Para lo cual también se ha encontrado vacuna, tras el pinchazo.

Hasta ahora el juanismo sonaba al Conde de Barcelona. En los años sesenta y setenta el franquismo despotricaba contra José María Pemán, y decían de él: “Es un juanista, es de Don Juan”. Pero el juanismo de entonces era diferente. El juanismo de antes defendía una monarquía democrática y el juanismo de ahora apoya un pedrismo de todo vale. Es otra cosa. Es algo que no se entiende. A no ser que se haya contagiado del síndrome de Gabilondo, otro que se columpió, y así acabó.

José Joaquín León