LAS cosas de Palacio van despacio, tienen sus tiempos. En las tertulias sevillanas se habla de Palacio y todo el mundo sabe que nos estamos refiriendo al Arzobispal, no al de San Telmo. Sevilla es, junto con Toledo, Santiago de Compostela y quizá Burgos, una ciudad donde el arzobispo tiene más rango que el alcalde, y suele ser frecuente que un arzobispo de Sevilla conviva con tres o cuatro alcaldes. El nuevo que va a llegar, José Ángel Saiz Meneses, fue nombrado el 17 de abril y tomará posesión en la Catedral el próximo sábado 12 de junio. Casi dos meses en los que Juan José Asenjo ha seguido como administrador apostólico y despidiéndose, aunque se queda a vivir como emérito en la casita de la calle Hombre de Piedra, a la vera de la Casa Sacerdotal, que de por sí es un refugio de curas jubilados.

El relevo en el Palacio Arzobispal se está haciendo con plena normalidad, y con la serena fraternidad que procura la Iglesia para sus cosas. La entrada del arzobispo Asenjo tuvo algunas incomprensiones, a mi modo de ver no por culpa de él, sino de quienes buscaron los tres pies a un gato que no existía. También porque Asenjo es un arzobispo con estilo propio, diferente al de su antecesor Amigo Vallejo. Y porque venía etiquetado como conservador y discípulo de Rouco, mientras que Amigo estaba catalogado como progresista.

A mí esos sambenitos que les ponen a los papas, los obispos, los párrocos y los curas en general, me hacen gracia. La gente poco creyente supone que se diferencian como los políticos, pero no es así. Un cambio en el Arzobispado de Sevilla no es como las primarias del PSOE de Andalucía. Aunque a Espadas unos días se le ve conservador y otros progresista. En el etiquetado, Bueno Monreal y Amigo Vallejo eran de la línea progresista y Asenjo la iba a romper. A Saiz Meneses también lo han marcado como conservador, por lo que seguiría una línea parecida a la de Asenjo. Pero cada arzobispo es como es, y no se comportará en Sevilla como en Terrassa, ni va a poner misas en catalán, ni lo van a acusar de charnego.

Todos los arzobispos de Sevilla de los últimos tiempos son charnegos porque vienen de fuera. A los que se formaron aquí, como Juan del Río o José Mazuelos, los mandaron a otras diócesis. Esos traslados enriquecen y afirman la universalidad de la Iglesia, por más que aquí algunos piensen que esta es la tierra de María Santísima y que Dios es sevillano. La verdad es que muchas veces lo parece, y eso también lo deben tener en cuenta los arzobispos desde que llegan. Este relevo será tranquilo. Al menos, mientras no haya nuevos nombramientos en la Archidiócesis.

José Joaquín León