GRACIAS a la Eurocopa de fútbol, Sevilla se ha vuelto a subir al carro de los grandes eventos en las grandes ciudades europeas. La competición se está disputando en 11 sedes volanderas, desde Londres a Bakú, desde Copenhague a Roma, o desde San Petersburgo a Sevilla, entre otras. El tan denostado estadio de La Cartuja acogió los tres partidos de España en el grupo E, frente a Suecia, Polonia y Eslovaquia, así como el de octavos entre Bélgica y Portugal. Durante esos días de partidos, por las calles, vimos a turistas suecos, polacos, eslovacos, belgas y portugueses, como en los viejos tiempos de antes del Covid 19, con sus camisetas y su colorido en terrazas de bares, y dando tumbos por los alrededores de las Setas de la Encarnación. La selección española, con Luis Enrique, Morata y algunos más, se alojó en el hotel de la Torre Pelli, dotado de buenas vistas.

En esta Eurocopa Sevilla ha promocionado la trilogía que fastidia a los rancios más rancios: el estadio preolímpico de La Cartuja, la Torre Pelli con su hotel y sus vistas panorámicas, y las Setas que atraen a turistas indocumentados y a los manifestantes de extrema izquierda. Por supuesto, en estos tiempos confusos, no iban a promocionar las arraigadas tradiciones locales, ni mucho menos las procesiones, pues no salen pasos desde hace dos años.

Por desgracia, la recuperación transitoria del turista extranjero, en su formato de hooligan reciclado a los tiempos pandémicos normalizados, ha tropezado con un problema inesperado. De Sevilla y de su estadio se ha criticado el deficiente césped de la Cartuja. Cuando España no pasaba del empate ante los suecos y los polacos, cuando fallaban penaltis, cuando Morata no atinaba con el remate, tenían la culpa el césped y sus cuidadores. Después ya no, con la goleada del 5-0 a Eslovaquia, ya se olvidaron, pero el daño a los jardineros no hay quien lo repare.

Reconozcamos que el tapete de La Cartuja es el peor con diferencia de los tres estadios top de Sevilla. El sol calienta parecido en Nervión, Heliópolis y La Cartuja; pero no se sabe por qué, el césped cartujano es más problemático. Dicen que cortaron la yerba demasiado, a instancias de Luis Enrique. Al final no se aclaró el misterio. Al final, queda la sensación de que un jardinero en La Cartuja es como el marinero en tierra de Rafael Alberti: muy poético, pero poco práctico. Tengamos altura de miras. Atesorando unos jardines como los del Alcázar y un parque como el de María Luisa, Sevilla debe apostar por el turismo verde y reconquistar su fama. Y a ver si cuidan mejor el césped de La Cartuja.

José Joaquín León