LA Misión del Gran Poder también le ha venido estupendamente a la Cabalgata de los Reyes Magos. Hace un mes y medio o así se hablaba mucho de las pruebas de fuego. Algunos que tienen vocación de dirigentes del Cecop decían: “la Cabalgata de los Reyes Magos será la prueba de fuego para la Semana Santa”. Hasta que ha salido a las calles el Señor del Gran Poder, y ya no se buscan más pruebas de fuego, porque la prueba era esa. Así, la Cabalgata de los Reyes Magos, que organiza el Ateneo entre elecciones y elecciones (elecciones municipales y elecciones de la Docta Casa), vuelve a su cauce. Alberto Máximo Pérez Calero, que no se va a presentar a la reelección, ya podrá descansar, con satisfacción razonable, después de 12 años de presidente, en los que ha reforzado el arraigo ciudadano que conviene al Ateneo para no parecer más rancio de lo estrictamente necesario.

La Cabalgata de los Reyes Magos le aporta glamur. Y ahora, sin la presión de la prueba de fuego. Parodiando la filosofía de Vujadin Boskov, un pensador yugoslavo que entrenaba equipos de fútbol, se podría decir que “Cabalgata es Cabalgata”. Y eso es lo que hay. Cabalgata ya no es como Semana Santa. Carroza de Estrella de la Ilusión ya no es como paso de la Borriquita. Beduinos no son como nazarenos. Caramelos de enero no son como caramelos de abril. Paraguas de Cabalgata no son como paraguas de Viernes Santo. Calle San Jacinto aplaudiendo a Gaspar no es como calle San Jacinto aplaudiendo a la Estrella o la Esperanza de Triana. Negritos de Cabalgata no son como Los Negritos del Jueves Santo. Agrupaciones musicales en la Cabalgata no tocan lo mismo que en Semana Santa, aunque algunos devotos del corneterío desatado dicen que sí. Pero no, cada cual tiene sus repertorios y sus experimentos propios.

La Cabalgata de los Reyes Magos, en la ilusionante tarde del 5 de enero, recupera el justo derecho a mantener su identidad propia, sin servir de referencia para otras fiestas ajenas. No confundan el invierno con la primavera, tan sólo porque los sevillanos salen a la calle, sí a la calle, a la que siempre han salido los sevillanos, menos cuando los encerraron en el confinamiento. Si la Cabalgata son los niños y los caramelos, según la frase lapidaria de José Jesús García Díaz, dejemos que las cosas sean como siempre fueron; y que los niños tengan sus caramelos, y que los tiren o los entreguen en mano con mascarillas.

La Cabalgata recuperará la normalidad, y facilitará que 2022 empiece como un año al sevillano modo, como Dios manda. Pero es sólo Cabalgata.

José Joaquín León