LA exaltación de la mantilla, al llegar otro Jueves Santo, es oportuna. Exaltación porque la mantilla es muy recomendable para ver la Exaltación. Y para ir a los Oficios del Jueves Santo. Y para visitar los siete sagrarios, como mandan las tradiciones. Esos sagrarios pobres conventuales, de los que escribió Romero Murube, o esos sagrarios donde las hermandades reflejan su devoción al Santísimo. Pero el Jueves Santo es un día tan denso, y tan intenso, que algunas señoras y señoritas sólo usan la mantilla para ver un par de procesiones y merendar un café con torrija. No seré yo quien juzgue los gustos de cada uno. Ni el día del Amor Fraterno es adecuado para tirarle una piedra simbólica a nadie, duchados o sin duchar. La mantilla es una costumbre muy bonita que no se debe perder. Esto lo vengo oyendo desde hace medio siglo.

Todos los años son especiales, ciertamente, pero este más. No será el primer año de mantillas con mascarillas, sino el segundo. O el tercero, porque en 2020, aunque no se podía asistir a los Oficios (sólo por televisión o por streaming), algunas irreductibles fans de las mantillas se las pusieron en sus casas y comprobaron que era un desperdicio, si sólo se podían vestir para bajar la basura, como fue el caso.

Más normalizado resultó el uso de mantillas con mascarillas en 2021. El Jueves Santo tampoco fue día de procesiones. Pero nos permitían asistir a los Santos Oficios, con un aforo reducido. Y se podía adorar al Santísimo en los monumentos. Y se podía rezar a las imágenes, bellamente expuestas en sus respectivos templos, para la veneración de los fieles. Fue un Jueves Santo de consolación, en el que se podía revivir casi todo, menos ver cofradías en las calles. Y fue un Jueves Santo con bastantes mantillas en los Oficios, incluso más que otros años. Como una reivindicación de las costumbres. Como una protesta subversiva contra la pandemia, de la que ya las señoras, señoritas y caballeros acompañantes estábamos hartos.

¿Y qué ocurrirá en 2022? Las mascarillas para las mantillas ya no son obligatorias en exteriores, aunque sí recomendables. Al volver a salir procesiones, algunas mujeres dicen que resulta incómodo ver los cortejos de hoy en día con mantillas. Sin embargo, es una tradición que no se debe perder. Y que no se ha perdido, ni siquiera durante la pandemia, a pesar de los pesares. Un Jueves Santo sin mantillas sería un Jueves Santo, pero lo parecería menos. Los ritos se renuevan de generación en generación. Ahí está una de las mayores grandezas de la Semana Santa, una causa esencial de su pujanza y esplendor.

José Joaquín León