ESTAMOS en la temporada alta de bodas. En los fines de semana de septiembre y octubre, los templos han vuelto a acoger bodas como en los mejores tiempos de antes de la pandemia. Dicen los apocalípticos que cada año hay más ateos, pero aquí deben ser menos; aquí ser ateo es tristísimo. Y muchos jóvenes se quieren casar por la Iglesia católica, apostólica y romana, como Dios manda. Ojalá no sea sólo porque queda más bonito, sino porque hay un renacer espiritual. En Sevilla, gusta mucho lo glamuroso. En Sevilla gusta un desfile de Dior en la plaza de España. En Sevilla, cuanto más solemne, mejor. Y eso admira al forastero, acostumbrado a ver ministros sin corbata.

Algunos me dirán que las bodas no se han puesto de moda ahora en Sevilla. ¿Cuantísima gente importante, nobles, artistas, toreros, cantantes, falsos ricos y ricos de verdad no se habrán casado en Sevilla desde tiempo inmemorial? Yo recuerdo todavía, como una de las bodas de más tronío, la de Su Alteza Real doña Elena de Borbón con Jaime de Marichalar en la Catedral, en una ceremonia que ofició el entonces arzobispo, Carlos Amigo Vallejo, el 18 de marzo de 1995. Fue un éxito total.

Entonces ya se dijo que Sevilla se pondría de moda para las bodas. Después, doña Cristina de Borbón, se casó con Iñaki Urdangarín, jugador de balonmano del FC Barcelona, en la basílica de la Merced de la capital catalana. Y el entonces príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, se casó con Letizia Ortiz en la catedral de la Almudena, de Madrid. Con lo cual la Familia Real apostó por Sevilla, Barcelona y Madrid para sus bodas y por Palma de Mallorca para sus misas de Pascua.

Para las bodas, como digo, Sevilla sigue de moda. Véase el Diez Minutos. Ha cambiado el concepto del personaje. En estos tiempos, cualquier muchacha espabilada es una influencer o una dulce celebridad. Y cualquier muchacho que haya sido delantero suplente del Sevilla o talentosa promesa del Betis parece un crack. Por no hablar de toreros que sólo torean vaquillas en capeas. O de DJs de salas para canis.

Según las estadísticas, en España cada año se casan menos parejas por la Iglesia católica. Pero si te quieres casar en la Capilla Real, la Magdalena, San Lorenzo, el Salvador, Santa María la Blanca, Santa Ana de Triana u otras parroquias de las collaciones históricas, ¡date prisa! Hay que pedirlo con muchos meses de antelación. Igual ocurre en el Gran Poder o la Macarena. Sevilla también contribuye al turismo con las bodas, que llevan público a los hoteles. Y ojo: no son turistas de chanclas. Aunque no vengan desde Nueva York.

José Joaquín León