POR razones inexplicables, no existe la figura del alcalde emérito. Existen arzobispos eméritos, incluso por vez primera tuvimos un Papa emérito. Por analogía, en las hermandades se habla ahora de los hermanos mayores eméritos, que han ennoblecido la figura del jarrón chino. Pero los alcaldes que perdimos no reciben esa titulación. A pesar de que se habla de sus actuaciones, de vez en cuando. A propósito de la Ley de Capitalidad, que recuperó Antonio Muñoz, no sólo se ha recordado a Zoido, sino también a Monteseirín, que mantiene un récord: duró 12 años en el cargo.

Un alcalde emérito sin calle es como Alejandro Rojas-Marcos, pero los demás no. En el verano de 2021, fue inaugurada una plaza pública denominada Alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín. Está ubicada a la vera misma de la Torre Pelli. El lugar no es casual. Pero quizás hubiera sido más apropiado dedicársela en los alrededores de la plaza de la Encarnación, donde se encuentran Las Setas, que pasarán a la posteridad como la gran obra de Monteseirín. Aunque, para algunos, siempre será la gran porquería de Alfredito. A Monteseirín le pudieron dedicar Goyeneta, que honra a un alcalde del mismo apellido, del que ya no se acuerda nadie. Pero es lugar de malos olores, por micciones urgentes. Antes se llamó Tajador Mal Lavado (nombre hoy imposible) y callejón de la Sopa (por la que servían los jesuitas de la Casa Profesa a los pobres). Así que Monteseirín recibió su plaza en la otra orilla, en el distrito que llaman de la Cartuja o del 92.

Divagando por la ciudad de la gracia (o sea, paseando por el casco antiguo), raro es el día que un guiri no me pregunta dónde están las Setas. Es un lugar más valorado por el forastero que por el rancio sevillano, si bien la izquierda local más progresista la utiliza mucho para sus indignaciones y protestas. También sirve de tribuna de los pobres en Semana Santa.

Alfredo Sánchez Monteseirín fue alcalde desde 1999 a 2011. Con él se acabó un siglo y empezó otro. En una entrevista, me dijo que él quería revitalizar el norte del casco antiguo: la Encarnación, la Alameda, San Luis… Eso que se denominó antaño Sevilla la Roja. Quería convertirlo en contrapeso a la Sevilla burguesa que se extiende por el sur: la Catedral, el Alcázar, el Alfonso, la Cristina, los Montpensier, la Palmera… Pero no le dio tiempo. Gracias a Dios y a Zoido, dicen sus críticos.

Monteseirín fue nombrado delegado de la Zona Franca. Con los alcaldes no se sabe por dónde van a salir, pero salen. Y si salen antes de tiempo, como Espadas, pues ya ven lo que pasa.

José Joaquín León