EL Pregón de la Semana Santa de Enrique Casellas ha sido un éxito. Como ha gustado, como ha tenido muy buenas críticas, puede marcar tendencia. Algunos ya suponen que los pregones van a quedar marcados en los próximos años por esta línea de Enrique Casellas, que se inspira en la poesía popular. Una poesía que entronca con las sevillanas y también con Antonio Rodríguez Buzón. Incluso con Joaquín Caro Romero, aunque con el matiz de que Joaquín es un poeta versátil y académico, que lo mismo puede ser popular a lo Buzón que discípulo de Gerardo Diego, Rafael Laffón y Joaquín Romero Murube. Con eso, quiero anotar que existirá ese riesgo. Una posible proliferación de malos imitadores, que no estarán a la altura de lo que escuchamos el domingo.

El Pregón de Enrique Casellas tuvo virtudes dignas de ser muy consideradas. Su estructura es sencilla. Se basa en el arranque (“Sevilla vengo a cantar”), el episodio de Encarnación y Refugio, los piropos (“¿y la cara?”) a las Vírgenes, el recuerdo al Gran Poder, los temas principales de la Macarena y los Gitanos y el final (“Sevilla, bendita seas”). Todo con mucha sevillanía en el sentido más popular (que no populista, porque no hay nada de horteradas); y con dos puntos fuertes para recordar, dedicados a la Macarena y los Gitanos, entre la noche y el día. Un pregón con las ideas claras y con una duración medida: 70 minutos, que se prolongaron a cinco más con los aplausos, que en total sumaron 14 interrupciones. No tantas, si se comparan con pregones que gustaron menos que el suyo. No buscó lo superficial.

De este modo, cuajó una faena que dejó muy buen sabor de boca en el Maestranza, con deseos de más pases. Pero más hubiera sido un error, como se ha visto otros años en ese atril. Sevilla y la Semana Santa tienen sus tiempos. En eso Enrique también acreditó que sabía de lo que hablaba, como en varios detalles que quizás pasaron desapercibidos a los no capillitas. Además respetó las costumbres, y demostró que el pregón puede ser distraído, o no, según lo que se diga y cómo se diga.

Algunos eruditos pensarán que había poesía popular, sí, pero eso no es nuevo. Federico García Lorca ya está descubierto desde hace un siglo. Bueno, pero la poesía del pregón no es vulgar, como se ve en la seguiriya de la Macarena. Y no es su culpa que en el futuro pueda originar el peligro apuntado: los malos imitadores del ripio, que no son poetas populares ni cantantes y que pueden dar el cante. No obstante, se trata de saborear un Pregón que gustó a las mayorías. Estuvo dentro de esa línea fina que ennoblece a la verdadera Semana Santa del pueblo. Y eso marca unos caminos amplios, que abren el abanico de la fe.

José Joaquín León