YA pasó la final de Copa. Pero lo que pasó fue lo suficientemente lamentable como para que no quede en el olvido. En Sevilla se han disputado muchas finales de fútbol, europeas y españolas. Y, además, el Sevilla y el Betis han participado en competiciones que han atraído a hinchas ingleses, alemanes, italianos, franceses, escoceses, holandeses, turcos y lo peor de cada casa. Según algunos guarrólogos, hasta ahora la hinchada que más ensució la ciudad fue la del Celtic de Glasgow. Sin embargo, ha sido superada por la del Osasuna de Pamplona. El impacto económico de la final creo que fue de 50 millones, según dijo el alcalde, Antonio Muñoz, pero el impacto de porquería ha sido enorme. Otro récord...

Los sufridos operarios y operarias de Lipasam sudaron de lo lindo. Era un fin de semana caluroso de mayo. Con buen criterio, miles de sevillanos huyeron a las playas de las costas andaluzas, o bien se quedaron refugiados en sus casas, reponiéndose de la ruina y de los virus de la Feria. Ya no hay pandemia, menos mal. Pues bien, los sevillanos cedieron gentilmente los bares, terrazas, calles y plazas de su ciudad a los visitantes para su solaz y esparcimiento a lo bestia. Incluso había pocos turistas tipo guiri, quizás asustados por tantas camisetas rojas.

El Real Madrid está acostumbrado a ganar títulos. Vinieron más tarde y ensuciaron menos. La Copa del Rey la ganaron sin despeinarse. Vinicius no saludó al árbitro, pero nada más empezar dio una carrerita y se la puso a Rodrygo para empujarla. Cuando empató Osasuna, otra carrerita de Vinicus, y Rodrygo se la volvió a encontrar para que lo nombraran MVP. Aunque el rabo lo cortó Vinicius, que marcó la diferencia. Chulerías aparte.

La hinchada de Osasuna protagonizó un éxodo con ilusión: vino en busca de un sueño, porque no jugaban una final desde 2005, cuando perdieron con el Betis. Es comprensible la pasión y el cariño por su club. No es tan comprensible que un sector amplio de esa afición se dedicara a ensuciar Sevilla con un macrobotellón en el centro histórico. El barrio de Santa Cruz quedó convertido en la fan zone de Osasuna. El viernes, en plena calle Mateos Gago, encendieron bengalas rojas como las que causaron un herido en la final. En la Alameda hubo peleas y venta de alcohol ilegal en la madrugada. ¿A qué les recuerda?

¿Para qué ponen fan zones en el Alamillo, si luego se van a conquistar el barrio de Santa Cruz y a emborracharse en la Alameda? El alcalde se quejó a la Junta por la valla de EH Bildu en la Cartuja. Sería mejor que le diga a Pedro Sánchez que no pacte con EH Bildu. Es peor un pacto que una valla. Y para la próxima final, aparte de los pactos, calculen mejor el impacto.

José Joaquín León