CERRAR librerías es una costumbre habitual en Sevilla. Ya sucedía en el siglo pasado. Tampoco es un problema exclusivo del gremio de los libreros, sino que sucede lo mismo con comercios dedicados a otras actividades. Y ahí es donde surge una de las cuestiones a considerar: ¿una librería es sólo un comercio? Desde un punto de vista económico quizás lo sea, pero detrás existe un componente cultural y casi sentimental. Porque a las librerías y los libreros nos acostumbramos. De modo que cada cual prefiere los suyos. Y sabemos que no es lo mismo comprar los libros en los hipermercados, los grandes almacenes o unas superficies donde se les trata como un producto más. En los últimos tiempos, la lista sevillana de cierres se ha visto afectada, entre otras, con la librería Caótica de la calle José Gestoso y El gusanito lector, de la calle Feria. Pero los gusanos están al acecho, prestos para zamparse nuevos cadáveres, con perdón.

Cada momento tuvo sus librerías y sus libreros. En los años de la Transición, que fueron muy culturalistas, la gente compraba libros en Padilla, de la calle Laraña; en Pascual Lázaro, de la calle Francos; en Antonio Machado, de la calle Miguel Mañara; en Al Andalus en la esquina de La Roldana; en Sanz, de la calle Sierpes; en Lorenzo Blanco, de la calle Villegas; en Céfiro, de la calle Virgen de los Buenos Libros; en las del barrio de Santa Cruz, con Renacimiento, en la calle Mateos Gago, como principal referencia. Cada una se perdió según sus circunstancias.

En la Feria del Libro Antiguo de este año dedicaron un homenaje a Rebecca Buffuna, fallecida en 2022, que fue propietaria durante 33 años de la librería Trueque, en el barrio de Santa Cruz. Por lo común, una librería puede durar lo que dure el librero al frente del negocio. Excepto que se recupere el espacio después para otra librería, como ocurrió en la de Reguera, junto a la iglesia de Santa Catalina, que ahora está gestionada por Botica de Lectores. Más raro fue el caso del antiguo Teatro Imperial, en la calle Sierpes, donde los fundadores de Beta, tras el cierre de esta firma, la transformaron en Verbo. Entonces se destacó que el Imperial de Sevilla y el Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires son los únicos teatros del mundo reconvertidos en librerías. Por cierto, la de Buenos Aires fue elegida la librería más bonita del mundo por National Geographic, y es un lugar de culto y de cultos, citado en las guías. En Sevilla, esos detalles no se valoran tanto, según parece.

¿Llegará un día en que sólo habrá cadenas comerciales de libros, como si fueran supermercados? A eso parece que vamos. Cada año editan más libros y cierran más librerías.

José Joaquín León