AL mosquito sevillano algunos lo cuidan como si fuera el lince ibérico. Sabido es que el lince ya no está en peligro de extinción, de tanto cariño como se le ha procurado. Pero al mosquito sevillano no hay que permitirle que se propague, sino declararle la guerra y reforzar la política de defensa. El mosquito se ha crecido y contagia el virus del Nilo. No significa que cada picadura sea mortal de necesidad, no es eso, pero en estos días hemos conocido varios casos mortales. Hay un problema de sanidad pública de primer orden. Y nuestros políticos flojean con el virus del Nilo.

Las competencias para actuar contra los mosquitos son municipales, de cada ayuntamiento, aunque las sanitarias en general son de la Junta de Andalucía. En la consejería, donde Catalina García está atenta a lo que le puede pasar, remiten a los ayuntamientos. Ahora parece que será la Diputación, donde gobierna el socialista Javier Fernández, la que actúe contra los mosquitos sevillanos. La Diputación tiene más dinero y más medios que los ayuntamientos, y también puede servir para eso. No se limitan al cine de verano en el patio.

Como lo propio del lugar es buscar culpables, han puesto a los arroceros en el punto de mira. En el Bajo Guadalquivir se cultiva mucho arroz. Y es el medio natural idílico para que el mosquito sevillano vuele a sus anchas. El mosquito es feliz en los municipios del río y allá donde el calor se une con el agua estancada. Por eso, después de llover, aparecen como si se hubieran escapado del edén de los mosquitos. Y por eso, ya es demasiado tarde, después de cuatro meses de inhibiciones, mirar a otro lado y no atacarles a fondo.

Las lluvias de Semana Santa tuvieron la culpa, dicen otros. Aquí se le echa a los cofrades la culpa de todo, así sea el mosquito o la inseguridad. Lo propio del cofrade externo es salir a la calle, pero que no haya mosquitos ni peligros varios es responsabilidad de otros. De las lluvias de Semana Santa no han tenido la culpa los cofrades. Las rogativas contra la sequía en los cultos de Cuaresma fueron bien atendidas. Y no sean desagradecidos, que gracias a eso se pueden bañar en las piscinas.

¿Piscinas? Este verano mencionar las piscinas es un tabú. Las piscinas gastan agua y para colmo atraen a insectos, como los mosquitos y las avispas. Bichos con ganas de picar, que se reúnen en torno a las piscinas y el arroz, como si los hubieran invitado a una paella del cuñado.

Olvidemos las peleas políticas, seamos más serios. Contra los mosquitos unidos podemos. Hay que declararles la guerra y tratarlos como a hijos de Putin.

José Joaquín León