UNA catástrofe como la de Valencia era inimaginable en este país. Por eso, después de las inundaciones, no nos podemos quedar sólo con la baja política. Ni tampoco sólo en la resignación de una lluvia de millones que contribuya a la reconstrucción de todo lo destruido. Por supuesto que hay que tomar decisiones e invertir para paliar cuanto antes mejor las pérdidas. Sin embargo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón tienen una alta responsabilidad, incluso personal, porque no estuvieron a la altura de las circunstancias. Esta catástrofe les obliga a adoptar medidas de fondo y a que las autoridades actúen para que en el futuro no ocurra algo de similar gravedad. Ha llegado el momento de analizar, diagnosticar y corregir el paisaje alterado.

En estos días se ha destacado que la capital valenciana se ha salvado gracias a las obras para el desvío del río Turia. Aparte del calentamiento global, la Comunidad Valenciana y el Levante español, en general, son propensos a las gotas frías y las lluvias torrenciales. No es una novedad. Se sabe que sufrieron graves inundaciones en el siglo XX. Igual que Andalucía y otras regiones españolas.

Por eso, también se han recordado las obras realizadas en Sevilla para la corta del río Guadalquivir en la Cartuja y para evitar los desbordamientos del Tamarguillo. Y resulta oportuna la reflexión del alcalde, José Luis Sanz, sobre el futuro de Tablada. Construir en las zonas inundables se suele pagar con trágicas consecuencias. El réquiem por la urbanización de Tablada parece inevitable, después de lo ocurrido en Valencia.

La diferencia de los daños sufridos suele estar en la previsión. Donde más llueve de España es en Galicia y en Asturias. Pero no son las regiones que sufren más daños. Donde más llueve de Andalucía es en Grazalema (Cádiz), pero no es el municipio que sufre más daños. La mayor parte de las inundaciones graves ocurren en las zonas próximas a los desbordamientos de ríos o arroyos. Y en los núcleos urbanos suelen lamentar más inundaciones en barrios donde no funciona bien el alcantarillado.

Para la previsión de catástrofes hay que valorar la geografía y el paisaje. Debería ser misión de las autoridades crear planes estratégicos para evitar estas tragedias. La ingeniería contemporánea está preparada. Sólo nos acordamos cuando ya es demasiado tarde. Se habla de la sanidad, la educación y la vivienda públicas. Nos olvidamos de las obras públicas, que diferencian al mundo civilizado de los países subdesarrollados.

José Joaquín León