MUCHO se ha hablado y escrito sobre la Gran Procesión del Jubileo en Roma, en la que participó el Cachorro. Sin embargo, hay un aspecto que no se ha resaltado con la importancia que merece para la Semana Santa sevillana: en Roma triunfaron los costaleros. La cuadrilla del Cachorro, mandada por su capataz, Ismael Vargas, tuvo una intervención excelente. Y cuando comenzó a llover, y cuando llovió más fuerte, demostraron que la mejor forma de llevar un paso es con costaleros. Y que a esa forma de cargar pasos se llegó tras una evolución histórica, en la que Sevilla y sus cuadrillas han sido madres y maestras para un modelo que siguen copiando o imitando en otras ciudades.
En Roma salieron tres imágenes españolas, llevadas de diferente manera. El Nazareno de León era portado al modo de su ciudad. Iba en el antiguo paso de misterio de San Gonzalo. Cargado por braceros, en un modo que recuerda al malagueño, con varales a lo largo y una cuadrilla exterior numerosa de 94 hombres, y con un movimiento similar al de costero a costero, alternando en otros momentos con el izquierdo por delante, o algo así. En resumen, el paso se iba luciendo, pero avanzando poco y con lentitud. En Roma retrasaron bastante el ritmo de la procesión.
La Esperanza del Perchel, de Málaga, iba al modo tradicional de su ciudad. Con 250 portadores de varales del trono, que tiene seis metros de largo (con un manto que mide 7,5 metros) y que pesa 5.700 kilos, y con los del submarino (la parte central del trono) haciendo un notable esfuerzo. Se lucieron también. Pero, cuando empezó a llover, se quedaron clavados y no pudieron seguir, ni de lejos, el ritmo de mudá que impuso la cuadrilla del Cachorro a su paso. La Esperanza entró una hora después.
Y ahí quedó patente la supremacía del costal. En dos chicotás memorables, la cuadrilla del Cachorro se recorrió un lateral completo del Circo Massimo y dejó el paso en la via San Gregorio. Y desde allí lo subieron a los sones de Amarguras hasta el Coliseo (por una cuesta empinada), mientras volvía a llover. No pudieron avanzar más porque lo frenaba el pequeño paso de la Dolorosa de Enna (Italia), que era llevado en andas largas por muchos hermanos.
Es aconsejable que en cada ciudad o pueblo mantengan sus formas tradicionales para los pasos. No se debe buscar la uniformidad, ni el mimetismo. Pero en Roma se vio, con claridad que el estilo de los costaleros es insuperable, al unir lo bello con lo práctico. A esa gran impresión contribuyó, de modo colosal, la cuadrilla del Cachorro.
José Joaquín León