JUNIO se estrenaba con una mañana evocadora del agosto más férreo. Una mañana calurosa, que se desperezaba lenta, entre calles solitarias, con el presentimiento de que la ciudad estableció una sucursal en las playas de Matalascañas o Chipiona. Y, sin embargo, era una mañana eucarística, en la que cuatro procesiones, organizadas para el cumplimiento de enfermos e impedidos, recorrerían los barrios sevillanos: en San Lorenzo, en la Macarena de San Gil, en la Triana de la O, en el Porvenir. Puede que muchos piensen que es un anacronismo casi tridentino llevar la comunión a los enfermos. en estos tiempos, bajo palio de respeto y con banda de música. Pero es una costumbre que sigue viva.
Y así Dios sale a la ciudad en San Lorenzo. No como el Señor en la Madrugada, cuando camina, sino como hostia consagrada. Le acompañan hermanos de la Soledad vistiendo chaqué a más de 30 grados, junto con las representaciones de las demás hermandades de la feligresía: el Dulce Nombre, el Gran Poder, el Buen Fin y la Divina Pastora de San Antonio. Niños carráncanos y cera roja por calles casi conventuales en esa mañana, que es de fiesta en San Lorenzo, cuando se levantan altares y lucen mantones y colgaduras. Y cuando la comunidad ucraniana (de rito oriental) espera al Santísimo en la calle Santa Clara, con sus estandartes, para sumarse a una misma devoción eucarística y rezar por el fin de una guerra. Como colofón, el desfile de la banda de la Centuria juvenil y los músicos de Tejera, con José Manuel Tristán al frente siempre, ante ese Dios que los despide desde la puerta de San Lorenzo, en esa plaza donde Juan de Mesa tiene un monumento y Martínez Montañés una calle que desemboca. Y donde se han perdido los viejos árboles que daban sombras y sobreviven otros, tristes, de los que algunos ya están chuchurríos.
Dios también se asoma a la intimidad de Sevilla en San Gil, en esas calles que una mañana de Viernes Santo son macarenas y una mañana de junio adoran al Santísimo bajo un palio portado por cofrades con guantes. Más altares callejeros, así en Sevilla como en Triana, donde la O va redondeando, una vez más, su mañana eucarística, en la que comulgan enfermos trianeros y se adora a Jesús Sacramentado en el relicario del antiguo hotel Triana.
En el Porvenir, en donde la Virgen del Prado tiene su casa, la Sacramental de la Paz sale de San Sebastián, también con el Santísimo bajo palio. Calores y sombras pregonan el verano, mientras el Santísimo visita a los ancianos. Era una mañana de la mejor Sevilla. Y sin bullas ni vallas.
José Joaquín León