EN Sevilla, Andalucía, España y la Humanidad ha sido noticia la restauración de la Esperanza Macarena. Rehacer muy bien lo que se hizo muy mal. Pero no es sólo que vuelve, en las debidas condiciones, una imagen de devoción universal. Se ha recuperado la antigua Esperanza en el Año de la Esperanza. Hace un año, la Esperanza Macarena se encontró en la Catedral con la Esperanza de Triana, con el Señor del Gran Poder, con el Cachorro expirante, y con la Virgen de los Reyes, y con Valme, Setefilla y Consolación. Hace un año, la Esperanza era noticia por una procesión para el recuerdo. Y el 8 de diciembre de 2025, mientras se festejaba el día de la Pura y Limpia Concepción, del dogma que anticipó Sevilla, regresaba la Verdad de la Esperanza.

“¿Y qué es la verdad?”, le preguntó Pilato al Señor de la Sentencia, antes de condenarlo. La pregunta se repite todas las madrugadas de Viernes Santo. Y la respuesta también. La Verdad es verde, es su Esperanza. La Verdad es la salvación que se refleja en su mirada. La Verdad es pasar tres horas, cuatro horas, cinco horas en una cola, sólo para ver de cerca la eternidad que se dibuja en su rostro. La Verdad no es que su expresión se haya alterado y ahora se haya recuperado, sino que el amor guardado en su corazón inmaculado permanece visible desde este 8 de diciembre. Así seguirá, durante todos los demás días del año.

El 8 de diciembre, en Sevilla, el pueblo ha cumplido otra profesión de fe junto a la Esperanza. En Estocolmo, en su discurso para aceptar el premio Nobel de Literatura, el escritor húngaro László Krasznahorkai comenzó diciendo: “Deseaba compartir con ustedes mis pensamientos sobre la esperanza, pero mis reservas de esperanza se han agotado definitivamente”. Y añadió que hablaría sobre los ángeles, pero no “los ángeles con alas”, sino los de carne y hueso. La esperanza... En la cultura contemporánea a veces triunfa la tentación de un mundo sin Dios, en el que no aparece la fe, se pierde la esperanza, y la caridad se confunde con la dignidad. ¡Qué contraste entre Estocolmo y Sevilla! Entre un gran escritor que se queda sin esperanza y los sencillos a los que han sido revelados los misterios.

Las reservas de esperanza no se agotan en cinco horas de cola. Las reservas de esperanza se cargan hasta el límite, al mirar su cara. ¡Es la Madre de Dios! Y en sus ojos se revela la fe, y la caridad es practicada con el mismo amor de las hijas de Santa Ángela de la Cruz, que visten la Esperanza con las verdades verdes de lo eterno. En esa basílica, las lágrimas están en el rostro y nacen en el corazón.

José Joaquín León