CUANDO Juan Ignacio Zoido tomó posesión como ministro del Interior el 4 de noviembre de 2016 se dijo en Sevilla que le habían dado una patada hacia arriba. Más que nada para que no siguiera como portavoz de la oposición municipal, después de haber sido alcalde con 20 concejales. Y para apartarlo de las luchas en el PP provincial, entre el entonces presidente, Juan Bueno, y la entonces aspirante, Virginia Pérez. Ha pasado menos de un año. Los independentistas catalanes, con Puigdemont a la cabeza, acusaron ayer a Rajoy y a Zoido de ser los culpables de lo que sucedió en Cataluña. A esta idea se sumaron personajes que se apuntarían a un bombardeo (pacífico, por supuesto) para echar al PP de la Moncloa, como Pablo Iglesias y sus colegas de Podemos.

Este conflicto comenzó cuando Zoido todavía no era alcalde de Sevilla. Es cierto  que le ha tocado implicarse en la trampa que Puigdemont y los suyos le tendieron ayer en Cataluña. Uno de los objetivos era, precisamente, airear las terribles fotos de las ancianitas apaleadas por la Policía Nacional y la Guardia Civil, tras la inhibición de los pacíficos Mossos que abatieron a los yihadistas hace menos de dos meses.

Los guardias civiles y policías nacionales heridos por los concentrados se resbalarían, o lo que sea. Es más duro reconocer que utilizaron a ancianas en las puertas de los colegios y a niños subidos en tractores como escudos humanos para frenar a la Policía y la Guardia Civil, cuando cumplían un mandato judicial para cerrar los falsos colegios del falso referéndum. Ese es el verdadero problema: todo era falso.

Puigdemont quería una jornada de martirologio, que se debía rematar con la suspensión del partido Barcelona-Las Palmas, tras la invasión del país ordenada por Zoido. El menú era completo: ataque de los guardias civiles, ancianitas apaleadas, cientos de heridos, urnas de plástico secuestradas, votos al modo de una  república de la selva africana... Y, para rematarlo, el Barça que perdería seis puntos (tres del partido y otros tres de sanción), con lo cual se podría decir: “España nos roba... la Liga”.

La patada hacia arriba que recibió Zoido en el PP ha tropezado con lo que se ve en Cataluña: unos independentistas que sí que seguirán escupiendo hacia arriba, hasta que ensucien a toda España. Algunos ilusos creen que se solucionará con “diálogo”, y dicen que llega “la hora de la política”.

José Joaquín León