ESTA provincia es así: nos peleamos por cualquier cosa. Por eso, nada tiene de extraño que haya estallado la guerra del queso, mayormente entre los productores de Grazalema y El Bosque contra los de Villaluenga del Rosario, que es el pueblo de al lado. Así que algunas empresas no participan, como protesta, en la Feria del Queso de Villaluenga, que se celebra este fin de semana, coincidiendo con los pregones de Semana Santa. Menos mal que no van a atacar las instalaciones payoyas. Van a dejar a las cabras y a las ovejas en paz. Aunque esto produce dolor, como ha recordado el alcalde de Villaluenga, Alfonso Moscoso, que es uno de los veteranos de esta provincia, un clásico del PSOE.

ASÍ como existe el síndrome de Estocolmo (del cual se dice cuando las víctimas se sienten identificadas con los delincuentes o terroristas que las secuestran, hasta el extremo de disculparlos) también tenemos en nuestra provincia el síndrome de Gibraltar. Dícese del síndrome causado cuando se identifican con los yanitos, haciendo lo que les conviene a ellos y olvidando el origen del litigio. Poner en su sitio a Gibraltar trae malas consecuencias. A García Margallo le costó el cargo de ministro. Aparte de ser dicharachero, y postularse como alternativa a Rajoy (una osadía), este hombre intentó aprovechar el Brexit para buscar la cosoberanía de España en el Peñón. Con el resultado de quedar como difunto político.

SABEMOS que Cádiz es diferente. También sabemos que Cádiz es la provincia de España con mayor tasa de paro y que la capital languidece. Conclusión: si Cádiz es diferente y está tan mal, significa que esa diferencia es negativa. Porque, si fuera buena, estaríamos de p.m. Hasta ahí se entiende, ¿verdad? Algo se hace mal cuando no funciona bien. Pero seguimos insistiendo en los errores. Por ejemplo, se habla de la integración del puerto de Cádiz en la ciudad, se organiza una mesa redonda y todos a poner pegas, incluso los empresarios emprendedores. Justo cuando venía Jiménez Barrios para firmar y que la Junta se suba a ese carro.

HA sido un palo a la Semana Santa gaditana. Hemos retrocedido a los viejos tiempos, cuando no salían todas las cofradías. Conste mi respeto a los hermanos y a la Junta de Gobierno de la cofradía del Perdón. Pero la decisión de no salir este año es injustificada e injustificable. Soy de los convencidos de que mantener la hora de salida a las tres de la madrugada era posible. Se trata de una costumbre a la que le tienen apego. Ha faltado capacidad de diálogo y de negociación para alcanzar un acuerdo. Pero, a partir de ahí, es una barbaridad convertir el horario en la cuestión más importante, hasta el punto de renunciar a la estación de penitencia, que sí es lo fundamental.

ES un tema recurrente que ya he tratado en otras cuaresmas, pero que vuelve a la actualidad tras el Cabildo de Toma de Horas para la Semana Santa gaditana de 2017. Uno de los principales problemas que tienen a veces nuestras cofradías es que copian a Sevilla, sin saber lo que hacen. No me refiero al mundo de la carga (que es materia aparte, por su peculiaridad), sino a las costumbres. Vinculado a lo anterior, está la deficiente formación de algunos dirigentes cofrades, y no digamos de una parte del público, que no tiene ni idea. No se puede copiar todo, en una realidad social que es diferente.