LA  luz de Cádiz fluye con naturalidad. Despunta en cualquier amanecer en la Punta de San Felipe, cuando el sol se despierta y se asoma para verse en la Bahía. O se despinta en cualquier ocaso, cuando aparecen paletadas rabiosas de tonos violetas, anaranjados, rojizos en el cielo de la Caleta, mientras se oscurecen las siluetas de los castillos y se apaga el último brillo en las olas que mecen a las barquitas. Está presente en los cielos de azules más rotundos, en las azoteas blanqueadas, en las playas abarrotadas del verano, en las mareas tristes del invierno.

A todo el mundo le ha parecido incluso normal. Como si las comparsas de los Antonios  (Martín y Martínez Ares), cantaran Madama Butterfly o Tosca todos los días; o como si las chirigotas del Selu y de Vera Luque fueran especialistas en Richard Wagner o Alban Berg. Esto es muy grande, porque llevar el Carnaval de Cádiz al Liceu de Barcelona es como llevar al Cádiz al Camp Nou para disputar los cuartos de final de la Champions League, como si Garrido fuera Iniesta. Esto sí que es un pelotazo. Esto supone elevar al Carnaval de Cádiz a unos niveles gloriosos. El Selu podrá decir para la posteridad: aquí cantamos Montserrat Caballé y yo, entre otros.

HA sido muy comentado, entre los partidarios y detractores del alcalde de Cádiz, el nuevo look constituyente. Me refiero a la imagen que aportó el alcalde, más en plan señor González Santos bien maqueado que en plan compañero Kichi con camisa de leñador, como ha recibido recientemente en su despacho de la Alcaldía a ciertas visitas oficiales. El look constituyente resultó reconstituyente, aunque no del todo constitucional. Los del PP le afearon que no sonara el himno español en ese acto. Sin embargo, también es verdad que se izó la bandera roja y gualda, como correspondía a la celebración del día. Para algo que hace medio bien valoremos que pudo ser peor.

ESTABA esperando el momento oportuno para pedirlo, que es ya: Salvemos a las ninfas. Este Ayuntamiento del cambio se ha creído que el feminismo consiste en el aprendizaje técnico de las habilidades que sugirieron en el Centro del Palillero y en cargarse a las ninfas. Ya lo intentaron el año pasado, por la misma cara, y les salió mal. Esta vez lo están intentando de nuevo, amparados en el silencio oficial, por la vía de los hechos consumados. No han gestionado nada (lo que resulta habitual) y no han convocado el concurso, en el que el año pasado también se vieron dudosas prácticas, aunque más basadas en los juegos infantiles.

EN la noche del pasado domingo muchos gaditanos se acongojaron. La lluvia arreciaba con estrépito. No es la primera vez que escribo del Cádiz veneciano, que es mayormente el de ciertas zonas del casco antiguo: esa carrera oficial de las inundaciones que forman las calles San Francisco, Nueva, Cristóbal Colón, el paseo de Canalejas, la plaza de España, ciertas esquinas del barrio de La Viña, alguna que otra del Mentidero... Los videos y fotos de esas calles inundadas (en las que se añora la presencia de góndolas) son muy bonitos y poéticos. A temporal pasado, por supuesto. En el momento de las inundaciones no tienen ninguna gracia. Hay unas constantes que nos hacen ver que Cádiz no sería tan veneciana si les diera la gana.