EN el antiguo refranero español se decía: “En abril, aguas mil”. Y también: “La primavera la sangre altera”. Yo aprendí esto en el colegio, aunque no en la clase de Filosofía. Los refranes son como una filosofía popular, de andar por casa. Antes se estudiaba Formación del Espíritu Nacional, una asignatura que no sirvió para nada, o justo para lo contrario. Ahora quieren implantar la Formación del Espíritu Progresista, o algo parecido, lo que puede aportar muchos jóvenes a la derecha. Esos planes de estudio originarán ignorancia. Pero hemos llegado a las vacaciones, que siempre han sido lo más esperado de los estudios. Empiezan las Fiestas de Primavera, que tanto han dado que hablar.

EN 1990, Sevilla fue el escenario elegido para consolidar la refundación del PP, bajo el lema Centrados con la libertad. Se celebró un congreso del que salió Aznar como un joven líder que buscaría llegar al poder frente a Felipe González. Era el peor momento posible, con los fastos de 1992 en puertas, cuando España acogía los Juegos Olímpicos en Barcelona, la Exposición Universal en Sevilla y la Capital Cultural Europea en Madrid. Se ha comparado su situación con la de Alberto Núñez Feijóo en 2022. Pero José María Aznar no llegó a la Moncloa hasta 1996, seis años después del congreso de Sevilla. Y no obtuvo mayoría absoluta, sino que debió pactar con los catalanes de CiU, los vascos del PNV y los canarios de CC.

DICHO así, Los oligarcas, me suena a comparsa del Carnaval de Cádiz. Los oligarcas, con letra y música de Vladimir Putin Guerrita, comparsa de Moscú. Estos días se habla mucho de los oligarcas rusos, a los que se atribuye el mantenimiento de Putin en el poder. En Moscú ya no mandan los comunistas soviéticos, que se expandieron bajo el patrocinio de Lenin y Stalin, y dieron lugar a la KGB, donde trabajó el muchacho. En el siglo XXI mandan los oligarcas, a los que ya se refería Aristóteles en la antigua Grecia. De ellos también se hablaba en el franquismo. Pero después se dejó de hablar, hasta que han reaparecido en Rusia, como hijos de Putin, o como sus padres financieros.

CON esa simpleza que les caracteriza, Pedro Sánchez y sus ministros ya han calificado a los transportistas en huelga: son de ultraderecha. En este país, las ideologías políticas se dividen en dos: la izquierda y la ultraderecha. La izquierda son los progresistas buenos y la ultraderecha son los fachas malos. No se contempla que igual que existe la extrema derecha también la extrema izquierda, con la que ha pactado el PSOE y les ha cedido cinco carteras de ministros y ministras. Tampoco se contempla que existe el centro, el centro derecha y la derecha democrática. Porque también dicen que la derecha española no es como la europea, que al parecer es una derecha que les parece de izquierda. Pero estas paparruchas cada vez les sirven para menos, como se vio en Castilla y León. Y como se está viendo en las carreteras y supermercados de España con los nuevos indignados.

EL pacto de Castilla y León ha roto la última línea roja que quedaba: la entrada de Vox en un Gobierno autonómico. A pesar de que Vox es un partido que defiende una España centralista, y es contrario a las autonomías. Este pacto daría para un ensayo, más que para un artículo, y tiene repercusiones insospechadas. Es muy importante, no sólo para Castilla y León, donde se aplicará, sino también para Andalucía, para España y para la Humanidad. Desde un punto de vista estrictamente político, es la consumación de la estupidez que cometió Alfonso Fernández Mañueco, inducido por Pablo Casado (que ahora se lava las manos con cinismo), forzando unas elecciones innecesarias, para pasar de gobernar con Ciudadanos a Vox. Es decir, todo viene de una pifia del PP.