EN España pasamos fácilmente de la historia a la histeria. Al día de ayer me remito. Hemos vivido un día de la Fiesta Nacional de lo más ajetreado. Otros años, al llegar el 12 de octubre, se dedicaban a despotricar de la colonización de América, y a decir que los españoles habían ido allí a exterminar indígenas. Pero este año se han callado, quizá porque los indígenas de Ecuador han asaltado el Parlamento y quieren liquidar a un presidente que se llama Lenín, y defiende “el socialismo del siglo XXI”. Si este gachó les dice: “Mi nombre es Lenín, Lenín Moreno”, esos indígenas se ponen peor que si hubieran visto al fantasma de Cristóbal Colón.

FRENTE al populismo está el otro populismo. Funciona por todas partes, incluso por la del Gobierno de Pedro Sánchez, que llama al embajador de EEUU por un conflicto comercial. Están convenciendo a la gente de que van a arruinar a las empresas andaluzas de aceite, vino y otros productos por culpa de Donald Trump. El presidente de los EEUU es impresentable en ciertos ambientes, y un político tosco, además de gustarle mucho un arancel. Pero, en este caso, la culpa no es de Donald Trump. La culpa es de la Organización Mundial de Comercio, que ha decidido a favor de EEUU, en un largo contencioso que mantenía con la Unión Europea, desde principios del siglo XXI. Según la OMC, en EEUU pueden gravar a productos europeos por valor de 6.900 millones de euros anuales, para compensar las pérdidas que sufrieron en el sector aeronáutico por las ayudas europeas a Airbus.

EL invento de partido que está formando Íñigo Errejón no es una ocurrencia. Algunos lo subestiman, pero está correctamente planificado. Puede que se estrelle, porque el voto es más volátil de lo que parece. Muchos electores dudan entre indignados y aburridos, dos estados de ánimo negativos, de los que puede salir cualquier cosa. Errejón, en condiciones normales, se hubiera apuntado al PSOE, como otros comunistas arrepentidos y con apetito de poder. Pero, en estos momentos de incertidumbre, el mejor servicio que puede prestar para que Pedro Sánchez sea presidente es justo lo que hace: aplicar el modelo andaluz (eso que ellos llamaban el trifachito) a la izquierda fraccionada.

LA buena gente se pregunta: ¿Cómo es posible que Pedro Sánchez sea el favorito para ganar las próximas elecciones? Respuesta: Porque este país todavía no ha superado el complejo del franquismo. España es mayoritariamente de izquierdas; y encumbró al PSOE desde 1982, cuando ganó Felipe González. Fue la respuesta para que Europa perdonara la complicidad de 40 años de franquismo, en los que el 90% de los ciudadanos se declaraban apolíticos y se tragaron el régimen del caudillo (salvo pocas excepciones, casi todas al final), mientras en otros países los democristianos y los socialdemócratas, o los conservadores y los laboristas, se turnaban en el poder. España iba con un cuarto de siglo de retraso, y así sigue.

UTILIZAR las catástrofes naturales, los accidentes y otras desgracias fortuitas para el debate político es de mal gusto. Igualmente es pintoresca la importancia que se da a la presencia de políticos en las zonas afectadas por siniestros. Ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y varios ministros estuvieron en acción, con visitas en helicóptero por las provincias de Alicante y Murcia. La ministra de Defensa, Margarita Robles, acudió a Torrejón para inspeccionar la coordinación de los militares de la UME. Por la tarde el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, visitó zonas malagueñas afectadas. Es bonito, de cara a la galería fotográfica, y sintomático de que habrá elecciones en noviembre. Pero resulta más práctico que el Consejo de Ministros agilice las ayudas en cuanto sea posible.