EN el fragor de la batalla para gobernar en España, ha pasado casi desapercibida la amplia mayoría que ha conseguido la Comisión Europea. Son esos señores y señoras a los que aquí llaman Bruselas. Los mismos a los que la Junta de Andalucía anterior pedía dinero para tranvías que todavía no funcionan; o para el AVE transversal Sevilla-Granada, que abandonaron sin terminarlo. Esa Bruselas a la que los ayuntamientos piden dinero para embellecer sus ciudades y que presuman sus alcaldes y alcaldesas. Pues bien, el gobierno europeo ha sido aprobado por una mayoría amplia, con 461 votos a favor y 157 en contra. La nueva Comisión está presidida por la alemana Ursula von der Leyen, perteneciente a la CDU de Merkel; es decir, a los populares europeos. Y un pilar esencial, como responsable de la política exterior común, es Josep Borrell, un socialista español, que ya se ha ido del Gobierno de Pedro Sánchez; y empieza a despotricar del pacto con ERC.
EL principio de acuerdo entre el PSOE de Pedro Sánchez y el Unidas Podemos de Pablo Iglesias ha tapado otros aspectos importantes del 10-N. Se ha quedado en segundo plano la crisis de Ciudadanos, un partido que se debatirá entre la fusión/absorción por el PP o intentar renacer de las cenizas. En las últimas cuatro décadas, cuando un partido de centro se viene abajo, ya no se levanta. Le pasó a la UCD, al CDS, a UPyD, y probablemente le ocurrirá a Ciudadanos. Su evolución ya se verá. En el PP están relativamente contentos, porque Pablo Casado ha obtenido 23 escaños más que en abril. Sin embargo, en el PP deberían valorar que si en toda España hubieran aglutinado el voto útil del centro derecha, como Núñez Feijoo en Galicia, hoy podrían tener más escaños que el PSOE.
CADA día está más claro que el principio de acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se debió a la emergencia de dos líderes con apuros internos. En 24 horas consiguieron lo que no habían sido capaces en todo el verano. El PSOE de Pedro perdió tres escaños y la Unidas Podemos de Pablo se quedó con siete menos. La disidencia interna estaba empezando a organizarse en los dos partidos de la izquierda. El hundimiento de Ciudadanos frustró la opción de pacto con los de Albert Rivera, pero algunos barones socialistas y Felipe González no quieren ver a Frankenstein ni en el cine. Así que Pedro necesita a Pablo para tener una base garantizada de 155 escaños con los que empezar a negociar. Y Pablo necesita algunos ministerios, con sus correspondientes cargos provinciales, para calmar el cabreo de los podemitas más insumisos.
TERMINA la campaña más corta de la historia. Debería servir de ejemplo para las siguientes. No hace falta más tiempo, ni más debates de los líderes, como ha quedado claro. ¿Para qué? Están de precampaña todo el año y de encuestas todas las semanas. Mañana empezará la precampaña para las próximas elecciones; y el próximo domingo puede que publiquen alguna encuesta (aunque no del CIS de Tezanos), advirtiendo de lo que podría ocurrir si se repitieran las elecciones generales. La buena gente piensa que la política es aburrida. No se equivoquen. Entiendan sus peculiaridades. En estas elecciones, lo importante no será quién gana, sino quién junta los apoyos necesarios a partir de mañana.
DECÍAN que esta sería la campaña electoral más corta, con una semana menos de lo habitual. Sin embargo, es la más larga de la historia reciente. Comenzó la noche del 28 de abril. Yo escribí, pocos días después, que en menos de un año Pedro Sánchez volvería a convocar elecciones generales. Con esa distribución del Congreso de los Diputados (y con su apetito desmesurado de poder) no le quedaba otra posibilidad. Además de que los gurus que le influyen tienen una mentalidad de piñón fijo, y un desarrollo lógico. Según el cual, Sánchez obtendría resultados bastante mejores, medio año después, en condiciones normales. Su problema es que han empezado a surgir anormalidades, cuando ya tenía marcada la hoja de ruta.