EL ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, habló de un pacto por las Infraestructuras de España. Susana Díaz le respondió insistiendo en la supresión del peaje de la autopista AP-4 Sevilla-Cádiz. Es una forma primitiva de ver el asunto. Un pacto por las infraestructuras es necesario. Pasa como en la sanidad, la educación y las pensiones, que forman el núcleo esencial del Estado social del Bienestar. A esto se debe añadir la lucha contra el terrorismo y la defensa. Algunos dirán: ¿entonces no se puede discrepar? Sí, pero ocurre como con la Constitución: un Estado democrático necesita unos acuerdos básicos respetados por todos. En caso contrario, funcionará con vaivenes, y propondrán paridas irrealizables.

LA reciente visita del ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, a la presidenta de la Junta, Susana Díaz, ha sido protocolaria y fotográfica. En el Estatuto de Andalucía se recogía la singularidad del caso de Gibraltar, que en otro escenario utópico podría formar parte de esta nuestra comunidad. Sin embargo, la capacidad de acción entre Gibraltar y Andalucía está limitada, porque quienes pueden agarrar la sartén por el mango, como dicen ellos, son los gobiernos de España y el Reino Unido. No obstante, antes y después del Brexit, el principal problema de Gibraltar son los gibraltareños. No sólo tienen una Verja, sino también una venda delante de los ojos.

LAS últimas encuestas publicadas son increíbles para unas elecciones generales, que no están convocadas ni se esperan a corto plazo. No obstante, pueden detectar un estado de ánimo. Además del sorpasso de Ciudadanos al PP, que está arrimado al momento, lo más llamativo es el fracaso de la izquierda para construir una alternativa. El PSOE de Pedro Sánchez aparece como tercero en discordia y el Podemos (y compañía) de Pablo Iglesias se quedaría como cuarto y bastante alejado del podio. Con ello se supone que Pedro y Pablo están quemados como líderes de la izquierda. Sobre todo si es cierto que entre Ciudadanos y el PP pueden alcanzar más del 50% de los votos.

LOS procedimientos de Carles Puigdemont desde que se fue al presunto exilio de Bruselas son espantosos. Se ha convertido en un auténtico espantapájaros. Ha montado una ficción de presidente telemático que sólo se cree él mismo. Incluso ha creado una web del Gobierno de la República Catalana, una institución falsa e ilegal. La espantada de políticos independentistas catalanes, que anuncian su regreso a la actividad privada, se debe al convencimiento de que ya no hay nada serio que decidir, y que para las cuestiones pendientes con la Justicia es preferible hacer mutis por el foro. Pero esto no solucionará el problema que nos espera en los próximos meses.

POCO antes de las vacaciones de Navidad (en las vísperas del 21-D), la presidenta de la Junta, Susana Díaz, desmintió que piense adelantar las elecciones autonómicas en Andalucía. En los demás partidos casi nadie se lo ha creído, por lo que todos esperan que sean convocadas en los próximos meses, probablemente en el último trimestre de 2018. En teoría, correspondería ir a las urnas para las autonómicas en marzo de 2019, dos meses antes de las municipales. Pero puede ocurrir que el próximo año organicen tal festín de elecciones de todo tipo que se terminen distorsionando y solapando los mensajes, para general perjuicio.