CUANDO pasa la Cabalgata de los Reyes Magos (aunque sea a todo pasar, por el temor a la lluvia) siempre nos fijamos en los niños y en los caramelos. Era la receta legendaria que destacaba José Jesús García Díaz, cuando presidió el Ateneo: “la Cabalgata son los niños y los caramelos”. Esto se nos quedó en un modo lapidario absoluto. En los años de carrozas chungas, algunos decían que daba lo mismo, pues si la Cabalgata eran los niños y los caramelos tampoco importaba si las carrozas parecían más o menos pueblerinas. Con los años, se cuidan todos los detalles, como se ha visto en los tiempos del Centenario. Sin embargo, hay algo que también está en la esencia de la Cabalgata, pero pasa desapercibido: la soledad del rey mago.

EN Sevilla cada barrio es como otro mundo y como otra Sevilla, según las circunstancias. Ese es uno de los motivos por los que existen fuertes contrastes. Hoy, cuando llegan las cabalgatas de los Reyes Magos, lo volvemos a encontrar. Se puede afirmar que la Cabalgata del Ateneo (madre y maestra de los Reyes Magos) es la Gran Cabalgata de Toda Sevilla, Gran Parte de la Provincia y Hasta Otros Lugares de Andalucía y la Humanidad. Sin embargo, en casi todos los barrios hay un Jacinto Ilusión al que eso le parece poco.

NO importa que estemos en un periodo de sequía. En Sevilla se mira al cielo por costumbre, cada vez que sale una procesión, aunque sea la Virgen de los Reyes el 15 de agosto. Por extensión, lo mismo se puede decir de cualquier evento o celebración, como la Cabalgata de los Reyes Magos, que está amenazada por malos pronósticos. Ante el riesgo de lluvia, se espera siempre lo mejor, aunque sea un milagro de última hora. Un arco iris que ilumine el Aljarafe. Por eso, cambiar las tradiciones se puede hacer en Alcalá de Guadaíra o en San Juan de Aznalfarache, que están ahí mismo, pero en la ciudad de Sevilla todo debe ser cuando le toca, o ya no sería lo mismo. Una cabalgata en la tarde del 4 de enero sólo sería un heraldo con carrozas.

IGUAL que los niños vienen con un pan debajo del brazo (o eso se decía antes, cuando las familias numerosas), algunos años nuevos vienen con un casco para los alcaldes. Juan Espadas sabe que muy pronto el rey Baltasar, aún siendo otro representante, le pondrá un casco tela de chulo, y otro para Antonio Muñoz, el delegado del llamado Hábitat Urbano, y puede que algunos más para los concejales que se hayan portado mejor, como Juan Carlos Cabrera y Carmen Castreño. Con razón, dijo en la presentación del acuerdo de las Atarazanas que era como un regalo anticipado para la ciudad… Y para él, que podrá asistir a la inauguración de las obras, en el primer trimestre de 2019. Claro que antes nos queda 2018, el Año del Casco.

SE recordará a don Manuel Olivencia como un sabio del siglo XX y parte del siglo XXI. Se le recordará con el don por delante, como título de una estirpe, de un señorío intelectual que en general se ha perdido con el tiempo, hasta resultar rarísimo. Igual que Clavero Arévalo y otros míticos profesores de la antigua Facultad de Derecho, consagraron su vida a la Universidad, pero no como un medio burocrático de vida, sino como un modo de enseñar y crear discípulos. Entre ellos, estuvieron significativos políticos de la Transición. Ese carisma de maestro se le fue acrisolando, aún más, con el pasar del tiempo. Pero nunca fue un viejo profesor, porque en Olivencia todo era actual, vivo, quizá permanente.