LA culpa ha sido de la noche de Halloween. En los últimos años habíamos escrito tropecientos artículos, denunciando que era un invento yanqui, una ordinariez, algo impropio de nuestras tradiciones y fiestas. Pues ha bastado un exceso de aforo (entraron 1.400 criaturitas donde cabían 900) en un local de San Francisco Javier para que la nochecita de los monstruitos evocara no al más allá, sino al más pallá, cuando aquella fiesta de Halloween de Madrid, de infausto recuerdo. Por supuesto, no ha ocurrido nada parecido. Pero sí lo suficiente para que hayan clausurado tres locales y para que se preocupen. Y, de rebote, se han acordado de la botellona, que no estaba muerta, como cantaba Peret, sino que estaba tomando cañas con los disfraces tenebrosos.
CON todos los respetos, me parece una falta de respeto que hayan organizado una visita teatralizada en el Cementerio de San Fernando justamente en la noche de la víspera de Todos los Santos. A oscuras, con disfraces, con linternas, con explicaciones de curiosidades, con música de violín para aumentar el misterio… Y cobrándolo a nueve euros, según se ha publicado en este Diario. Es decir que, a su manera cultural, la empresa organizadora ofertó una actividad que recuerda a las fiestas de Halloween. Aunque incluyeran a Shakespeare y Miguel Mañara en el paquete. Por supuesto, están en su derecho de plantearlo. Lo peor no es eso, sino que les hayan concedido la autorización.
LOS plenos municipales sobre asuntos fiscales resultan tediosos. La gente está enredada con noticias más pintorescas, como el viaje de Puigdemont a Bélgica. Además, estamos en vísperas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Otros se divierten con los disfraces de Halloween y las calabazas del 155. Por otra parte, el Sevilla se la juega en Europa y el Betis cascó en Cataluña, precisamente. Con la gente distraída, un pleno municipal que baja el IBI un 3% no apasiona demasiado. Pero es revelador de lo que está ocurriendo en estos tiempos de ajustes constitucionales para el sentido común y el bienestar social. Hay una pequeña coalición, que ha montado Juan Espadas y funciona a su manera, con disimulo.
POR culpa de Puigdemont y su DUI, por culpa del viernes negro que padecimos, ha quedado como más encubierto y minimizado el último pleno municipal. Sin embargo, algunas de las cuestiones tratadas son más interesantes para la ciudad que el recuento de votos de Carme Forcadell, con su carita de funeral. Entre lo aprobado en el Ayuntamiento, destaca la iniciativa de la Marea Blanca para pedir a la Junta de Andalucía la reapertura del Hospital Militar. Contó con los votos del PP, Ciudadanos, Participa Sevilla e IU, y con la abstención inexplicable del PSOE.
CASI sin darnos cuenta, el llamado Festival de las Naciones (que se clausura el miércoles, día 1 de noviembre) cumple 24 años. Todavía no es una tradición sevillana, pero ha seguido la estela de dos nostalgias: por un lado, de la Expo 92, con esa internacionalismo que le vino bien a una ciudad con el sambenito de cateta y ombliguista; por otro, darle algún uso al Prado de San Sebastián, donde se ha quedado un vacío desde que se mudó la Feria a Los Remedios. Y, aunque casi todos los alcaldes han tenido su ocurrencia al respecto, ninguna cuajó. Así que este Festival de la Naciones, que dura todo el mes de octubre, se ha afincado en el otoño sevillano. Cumple unas funciones como de mini expo casera.