EL hombre (y la mujer, por supuesto) es un ser en permanente evolución, que comete tonterías a lo largo de su vida, de las que se puede aprender para no repetirlas. A eso se llama aprendizaje vital. Pero este no es un artículo de autoayuda, ni yo soy Elsa Punset (que escribió Una mochila para el universo), sino que me refiero a que pasa lo mismo con los alcaldes y alcaldesas. En el caso de Cádiz, el actual inquilino del despacho de San Juan de Dios llegó a la Alcaldía siendo Kichi, en cuyo curriculum lo más populista era que había salido en comparsas con Tino Tovar y Jesús Bienvenido, y que pertenecía al sector Izquierda Anticapitalista de Podemos.

Hoy ya sólo se le dice Kichi en confianza y en los periódicos de Madrid. Puesto que en Cádiz es José María González Santos, el alcalde de todos los gaditanos. ¿De todos? Pues sí, ahí está el tío, digo el alcalde, al menos hasta mayo de 2019, y tampoco hay que exagerar. Iglesias, Santos… En Podemos abundan apellidos que no son ateos, y no se los han cambiado, gracias a Dios, por otros apellidos antibíblicos. Pero esto es anecdótico. Cada cual es hijo de su padre y de su madre, aunque no está de moda decir eso, y hay casos que dependen de las circunstancias. Este alcalde nació en Rotterdam, por la emigración, pero a día de hoy lo consideramos viñero de espíritu, como su pisito.

Desde que llegó a la Alcaldía (el miércoles 13 cumple tres años), ha aprendido bastante, y yo se lo reconozco. Lo primero que hicieron los de Podemos fue una foto en un desahucio, pero ya han entendido que salen mejor disfrazados en Carnaval. En el aspecto externo el alcalde ha mejorado, desde que pasó por la tienda de Eutimio con Teresa Rodríguez. Me parece normal que se deje asesorar por Teresa, cuyo look anticapitalista prudente también ha evolucionado hasta cierto punto. Eso pasa hasta en las mejores familias. José María ya utiliza las chaquetas con la misma familiaridad que antes la mochila, aunque se resiste más a la corbata. En eso, coincide con los del PP. En Cádiz parece que uno con corbata trabaja en El Corte Inglés o en un banco malo, si no va a una boda. Siempre nos quedará el cofrade, que mantiene vivo al sector.

La evolución del alcalde ya va por decir que cambiar el nombre al estadio Ramón de Carranza no es ahora una prioridad, mientras no exista pleno empleo en la ciudad. Curioso descubrimiento. Algunos dicen que se está derechizando y otros lo sitúan a la izquierda de Podemos. Yo creo que depende del día. Tampoco hay que volverlo loco. Y las obras aún las estamos esperando.

José Joaquín León