EN la polémica por los cambios de nombres de las calles, la opinión de los vecinos es importante. Son los afectados. Pues si te cambian el nombre de la calle, después debes realizar gestiones para modificarlo en los documentos. Y eso, aparte del gasto que origine (nunca será millonario), es una pérdida de tiempo. “Time is money”, según el aforismo que popularizó Benjamin Franklin, que tiene calles en El Puerto de Santa María y Algeciras. En Cádiz, no. En Cádiz no todo el mundo puede perder el tiempo, pues hay muchos pensionistas y muchos parados, pero cada cual con sus cositas, su corazoncito y sus preferencias. Por ello, lo más chocante de esta polémica del nomenclátor es que los vecinos de algunos lugares, como la plaza de San Severiano, se hayan enterado cuando lo leyeron en el Diario.

HA sido un error garrafal. Un gol en propia puerta del PP gaditano. Como ha escrito muy bien Pablo Manuel Durio, en su artículo del pasado viernes, Bruno juega a ser como Kichi con los nombres de las calles. Pasan estas cosas porque Cádiz no es como Nueva York. Allí da igual que el alcalde sea de los demócratas o los republicanos, porque las calles de Manhattan no se cambian por bandazos y chuflerías. Las avenidas y las calles más famosas están numeradas. La Torre Trump se encuentra en la Quinta Avenida, entre las calles 56 y 57. El mejor parque es Central Park. En NY importan más el este y el oeste que este o el otro. Los ricos progres viven en Upper West Side y los ricos carcas en Upper East Side. En NY no le dedican una calle a cualquiera porque lo pidan sus socios, colegas o amigos.

HEMOS leído en la prensa (o sea, en el Diario) que este verano no van a funcionar los lavapiés ni las duchas en las playas de Cádiz, según ha confirmado el alcalde, Bruno García. Es intolerable. Me imagino que el alcalde se habrá despistado. Sin lavapiés no hay paraíso. Y el paraíso de las playas en Cádiz es lo único importante. Pues la maría gaditana se puede quedar hasta sin comer, pero sin playa no se va a quedar. Antes muerta que sencilla. Antes le dice cuatro cosas al alcalde que quedarse sin lavarse los pies al salir de la playa. Y la maría gaditana manda tela marinera, es la que pone y quita los alcaldes, que no se te olvide Bruno. Hoy quiero recordar que en Semana Santa cayeron 500 litros por metro cuadrado en Grazalema, se batió el récord de pluviosidad, y el pantano de los Hurones se llenó y empezó a desembalsar para Guadalcacín. ¿Y todo para qué?

SER gaditano de nacimiento es lo peor que te puede pasar para tener un reconocimiento en Cádiz. Desde que fue restaurada la democracia, todavía ninguno de los que han ejercido la alcaldía ha nacido en Cádiz. Pero eso es lo de menos. Lo más triste es la afición de Cádiz a encumbrar al forastero y castigar al gaditano. Hoy me refiero al caso de Apodaca, uno de los gaditanos más ilustres de finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, al que despojaron del trozo de la Alameda que tenía dedicado. Kichi y los suyos se lo pasaron a Clara de Campoamor, una señora nacida en Madrid y muerta en el exilio en Suiza. Fue la impulsora del sufragio femenino en España y se merece una calle en Cádiz. Pero la pregunta es: ¿resultaba necesario humillar a un gaditano ilustre? ¿No había otro lugar en la ciudad para dedicárselo a ella?

ESTA frase lapidaria, “Lo de Cádiz es lamentable”, se la debemos al consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, José Antonio Nieto. Hay que tener en cuenta el motivo por el que fue pronunciada. Se refería a la Ciudad de la Justicia. Y, más concretamente, a la decisión de darle carpetazo por la Junta, cuando gobernaba el PSOE, al proyecto que ya estaba aprobado para construirla en el solar de Tolosa Latour. Aquel proyecto tuvo un desarrollo espantoso. Procede de los tiempos en que los Juzgados estaban en situación tercermundista en la antigua Cárcel Real, a finales del siglo pasado, y el posterior traslado a los bajos del estadio Carranza. La Junta, cuando la presidía Manuel Chaves, aprobó el proyecto para construir la Ciudad de la Justicia en Tolosa Latour, a principios del siglo XXI.