SER gaditano de nacimiento es lo peor que te puede pasar para tener un reconocimiento en Cádiz. Desde que fue restaurada la democracia, todavía ninguno de los que han ejercido la alcaldía ha nacido en Cádiz. Pero eso es lo de menos. Lo más triste es la afición de Cádiz a encumbrar al forastero y castigar al gaditano. Hoy me refiero al caso de Apodaca, uno de los gaditanos más ilustres de finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, al que despojaron del trozo de la Alameda que tenía dedicado. Kichi y los suyos se lo pasaron a Clara de Campoamor, una señora nacida en Madrid y muerta en el exilio en Suiza. Fue la impulsora del sufragio femenino en España y se merece una calle en Cádiz. Pero la pregunta es: ¿resultaba necesario humillar a un gaditano ilustre? ¿No había otro lugar en la ciudad para dedicárselo a ella?

ESTA frase lapidaria, “Lo de Cádiz es lamentable”, se la debemos al consejero de Justicia de la Junta de Andalucía, José Antonio Nieto. Hay que tener en cuenta el motivo por el que fue pronunciada. Se refería a la Ciudad de la Justicia. Y, más concretamente, a la decisión de darle carpetazo por la Junta, cuando gobernaba el PSOE, al proyecto que ya estaba aprobado para construirla en el solar de Tolosa Latour. Aquel proyecto tuvo un desarrollo espantoso. Procede de los tiempos en que los Juzgados estaban en situación tercermundista en la antigua Cárcel Real, a finales del siglo pasado, y el posterior traslado a los bajos del estadio Carranza. La Junta, cuando la presidía Manuel Chaves, aprobó el proyecto para construir la Ciudad de la Justicia en Tolosa Latour, a principios del siglo XXI.

PARA los que tienen mala memoria histórica, vamos a recordar que la parcela gaditana situada en el lugar denominado Campo de las Balas estaba destinada a uso hotelero. Incluso después de que la Red de Paradores del Estado renunciara a la ampliación del hotel Atlántico, que era lo previsto. También se puede recordar que Bruno García fue responsable del turismo en tiempos de la alcaldesa Teófila Martínez. Por consiguiente, es lógico y natural que al llegar a la Alcaldía recupere el proyecto del Campo de las Balas como terreno hotelero. Y que esté dispuesto a venderlo para que allí se construya. Es una zona de privilegio para ese fin, junto al hotel Atlántico, la playa de la Caleta y el castillo de Santa Catalina.

LOS Reyes de España vinieron el miércoles a Cádiz para presidir la entrega de las 32 medallas de las Bellas Artes. Fue un evento cultural que recordó los fastos del 2012. Fue una pena que los Reyes de España, en vez de venir a Cádiz para entregar las medallas de las Bellas Artes, no hubieran viajado para inaugurar la ampliación del Museo de Cádiz, donde por cierto tenía su sede la Academia de Bellas Artes. Estas obras del Museo están pendientes desde el siglo pasado. La culpa no es de los Reyes. Cuando se planteó este asunto, don Felipe era príncipe de Asturias y doña Letizia todavía presentaba el telediario de TVE. Desde entonces, hemos tenido dos reyes, cinco presidentes del Gobierno de España y cuatro de la Junta de Andalucía. Y así sigue el Museo, que es una pena para las Bellas Artes de Cádiz.

SEAMOS serios, por favor, que ya no estamos en Carnaval. Es cierto que el tiempo de la Pascua florida también debe ser alegre. Pero que no nos cuenten monsergas. En la provincia de Cádiz no puede haber restricciones el próximo verano, excepto que la política del agua sea desastrosa. En cuyo caso, el problema es humano, no divino. Venimos de una Semana Santa en la que Grazalema ha batido el récord de España de lluvias, con cerca de 500 litros por metro cuadrado. Venimos de una Semana Santa en la que el pantano de Los Hurones se llenó y ha comenzado a desembalsar agua hacia el de Guadalcacín. Venimos de una Semana Santa en la que el río Guadalete parecía el Danubio, por no decir el Ebro, que es el río que más agua desperdicia en España. Venimos de una Semana Santa en la que el Señor Despojado salió el Domingo de Ramos y volvió el Domingo de Resurrección. Venimos del diluvio, pero sin Noé.