AL poner el foco en los botellones, el Ayuntamiento de Cádiz se colocó la soga al cuello. Mierda siempre hubo, en altas cantidades. Pero, si se dice que lo van intentar controlar, y pasa lo que ha pasado, la limpieza se convierte en una asignatura pendiente. Las fotos de la plaza de la Catedral con el espacio de las escalinatas vallado, pero lleno de basuras, han dado la vuelta a España. Y se ha difundido la imagen de que el Carnaval de Cádiz es una de las fiestas más guarras que actualmente se celebran en este país. Con permiso de la tomatina de Buñol (Valencia), o incluso de los Sanfermines, donde no sólo hay toros para que los corran por la calle de la Estafeta en Pamplona. Deben tomar medidas más contundentes.

PASA con los botellones lo mismo que sucedió en la década pasada con las barbacoas del Trofeo. Comenzaron como una consecuencia de la fiesta. Sin embargo, terminaron por devorarla. De modo que las barbacoas del Trofeo pasaron a ser un inconveniente para la ciudad de Cádiz. El mismo Ayuntamiento, que las había alentado en los tiempos de Teófila Martínez, y trató de incorporarlas al Libro Guinness de los Récords, optó por reconducirlas. Y, cuando se vio que no era posible, se las cargaron (bien cargadas) en los tiempos de Kichi en la Alcaldía. Y ya a nadie se le ocurre recuperarlas. Pero el botellón del Carnaval resulta más difícil de prevenir.

LA Medalla de Andalucía de Abel Moreno tiene mucho mérito. La Junta es reticente a conceder esas distinciones a hermandades y a todo lo relacionado con la Semana Santa. Quizá temen un aluvión de peticiones y los agravios comparativos catetos. De ese modo se han cometido (ahora y antes) algunas injusticias evidentes, como no haberla otorgado a Luis Álvarez Duarte, ni en vida, ni a título póstumo cuando falleció en 2019, a pesar de que fue autor de imágenes de valía y gran devoción en las ocho capitales y las ocho provincias andaluzas. Por el contrario, en otras actividades, incluso folklóricas, se emplea una mayor generosidad para el medallero.

UNA de las novedades en el concurso del Carnaval de este año ha sido el regreso de José Guerrero El Yuyu, con su chirigota ‘Los James Bond que da gloria verlos’. Sin entrar en los detalles del concurso, que cuenta con prestigiosos comentaristas, me han parecido interesante sus declaraciones, publicadas en el Diario, en las que le dijo a Virginia León lo siguiente: “La crítica con humor es un arma dura y entra mejor que la crítica pura y dura”. Esta frase es cuasi filosófica. Merece una reflexión. Porque el Carnaval en los últimos años ha entrado en una senda en la que se puede perder su espíritu y su independencia. No se debería confundir la crítica, que es su esencia, con el panfleto, que es un arma política.

A Bruno García le puede pasar lo mismo que a Kichi, si no cambia la tendencia. Ambos llegaron a la Alcaldía prometiendo un frenazo a la pérdida de habitantes de Cádiz. Kichi, en sus ocho años, no lo consiguió, sino que aumentó la pérdida. De modo que la capital gaditana es el tercer municipio de la provincia. Y, de seguir su trayectoria descendente, puede ser la capital menos poblada entre las ocho de Andalucía. Con lo cual se ve que sufre un fallo estructural. Y que no se dan las condiciones para ganar habitantes. Esas medidas pasan por la vivienda, como es perogrullesco de suponer, pero también por el empleo. Si los gaditanos jóvenes emigran masivamente, sus hijos viven en otros municipios.