NI con música, ni sin música, tienen sus males remedio. Porque este fin de semana le toca el turno al festival No Sin Música (NSM, por abreviar), que ha convertido el muelle de Cádiz en una sucursal portuaria del festival de Benicassim, con cuyos días coincide. Música indie potente para disfrute del vecindario del 4 de diciembre (antes avenida de Carranza, y desde mucho antes conocida como Canalejas). Este festival de No sin Música se inició en el patio del colegio de San Felipe Neri, pero a partir de 2015 (aquel primer verano de González en la alcaldía) pasó al puerto, gracias a la política de integración en la ciudad, que consiste en organizar eventos de vez en cuando. Y ahí sigue, tras haber ganado prestancia y caché.

En su crónica sobre el festival No sin Música, recordaba Tamara García la evolución que ha tenido. Por lo que vemos, apuesta hacia un público más puretón que juvenil. En Cádiz, realmente, atendiendo a la edad media que tiene la población, lo suyo es recuperar los Festivales de España en los restos del difunto Teatro Pemán; o en su defecto, esa nostalgia de los sabadetes que intenta revitalizar el Cortijo de Los Rosales. Mayormente, porque para los jóvenes están Sancti Petri y otros eventos provinciales de superior repercusión e interés.

Sin llegar a ser un Woodstock a la gaditana, es cierto que este festival No sin Música, ya se considera tradicional, como todo lo que dura aquí más de tres años. El mismo Kichi ya es tradicional. Pero es una pena que la venda de este festival nos tape el despropósito musical del verano en Cádiz. Y sobre todo que el muelle se haya convertido en alternativa al Castillo de San Sebastián.

¿Ya nadie se acuerda de los conciertos de la Libertad? Se han perdido como la Velada de los Ángeles. Es cierto que se va a perder hasta el Castillo de San Sebastián, en sí mismo. Ya sería unas ruinas arqueológicas, como las del Teatro Romano, de no ser porque todavía brilla la luz de un faro. Por el contrario, se perdieron aquellos conciertos, que suplieron la ausencia del Pemán con la excusa del Bicentenario. Por el castillo pasó hasta Joan Manuel Serrat, que ya había cantado en el Cortijo de Los Rosales.

Y lo bueno que tenía el Castillo de San Sebastián es que no se quejaban los vecinos del 4 de diciembre, ni nadie decía que contribuía a la integración del castillo en la ciudad. Cada tiempo tiene sus músicas, que de algún modo reflejan el estado de la ciudad. Con música o sin música, el estado de la ciudad es el que es. Cádiz se ha quedado como una ciudad indie, por hacer el indio.

José Joaquín León