EN Cádiz, donde hay dos puede haber una trifulca. No siempre, pero sí con frecuencia. El Cádiz CF es un ejemplo, que supera lo deportivo, para entrar en lo patológico. En el Cádiz CF hay peleas eternas, que a su vez se subdividen en nuevas peleas. La historia reciente es triste y lamentable. Estaba Antonio Muñoz con un grupo de amigos que terminó enfrentado, cuando Paco Puig y Federico González se sintieron engañados y perjudicados. Luego llegó Sinergy, con Gaucci y unos señores nada atractivos para cerrar negocios con ellos. A continuación, fue el gran momento de Locos por el Balón, sociedad que tenía como dirigentes visibles a Manuel Vizcaíno y Enrique Pina, según se negó pero se confirmó con el tiempo. Ahora ambos luchan a muerte, si bien quien tiene la sartén amarilla por el mango es Vizcaíno, que ya lo ha demostrado echando a Juan Carlos Cordero mientras lo elogiaba.

En estas trifulcas, cuando se quiere malmeter contra los dirigentes cadistas, se les recuerda su lugar de nacimiento. Antonio Muñoz era conocido como el cordobés. Mientras que Manuel Vizcaíno es el sevillano o el palangana (por su sevillismo) y Quique Pina es el murciano. Esto también es curioso, ya que el lugar de nacimiento se utiliza como un argumento negativo. Es un ejemplo de xenofobia, y hay que denunciarlo. Todos los españoles son iguales ante la ley, tanto si han nacido en un pisito de la Viña como en Sevilla a los pies de la Giralda.

La despedida de Cordero no se justifica, pero eso pasa mucho en el fútbol. Cordero hizo una buena labor. Aunque ha ido de más a menos. Mejor al principio. Su gestión fue positiva para el club, pero él también cobraba y tenía firmados porcentajes. En el traspaso de Alvarito se le ha visto el plumero. Por lo demás, el palmarés de su sustituto, Óscar Arias, es mejor. La temporada pasada, cuando era su director deportivo, el Sevilla se clasificó para cuartos de final de la Liga de Campeones (por segunda vez en su historia), fue subcampeón de la Copa del Rey y quedó séptimo en la Liga clasificándose para la previa de la Europa League. Lo echaron porque el presidente, Pepe Castro, quería colocar a Joaquín Caparrós.

Viéndolo desde los intereses del Cádiz CF, estas peleas sólo sirven para perjudicar. Así es más difícil luchar por el ascenso a Primera, como se vio la temporada pasada, con demasiadas casualidades y fallitos en los momentos más inoportunos. Esta guerra merece la paz. Sería deseable alcanzar un acuerdo por el bien del Cádiz. Y no romperlo después, previo pago de su importe.

José Joaquín León