NI bien, ni mal, sino todo lo contrario. El gran problema de Cádiz es que existe un vacío de poder. Desde los tiempos de Fermín Salvochea, Cayetano del Toro, Ramón de Carranza, José León de Carranza, incluso de Carlos Díaz, y evidentemente de Teófila Martínez (por citar sólo a algunos de los más conocidos) el alcalde o la alcaldesa de Cádiz han liderado la ciudad. Para bien o para mal, pues sobre gustos hay diferencias. El gran problema de José María González Santos es que no lidera nada. Y no es por falta de mayoría absoluta, sino porque cualquiera no puede ser un líder.
A partir de ahí se deriva todo lo demás. En Cádiz existe un enorme vacío de poder desde junio de 2015. En los primeros meses se atribuyó al aterrizaje, después de 20 años de teofilismo, con una alcaldesa que tenía su personalidad. Después se ha visto que no hay nada, ninguna idea de ciudad, ningún proyecto, ninguna credibilidad. Todo el mundo se ha dado cuenta, incluso los suyos. Hemos entrado de lleno en la perogrullada: lo que no puede ser es imposible.
Así las cosas, desde otras instituciones juegan a lo suyo para okupar ese vacío de poder. Ahí tienen a la Diputación, que opera como si fuera un Ayuntamiento de Cádiz en paralelo, cuando se supone que lo principal que interesa a Irene García es la atención a los pequeños municipios. Y el alcalde, como también es diputado provincial, tan contento. Para él es un consuelo que la Diputación le organice el Tricentenario de la Casa de la Contratación, o lo que sea.
También está la Junta de Andalucía, con Fernando López Gil repartiendo zanahorias y palos. Lo mismo plantea proyectos alternativos que ejerce como líder de la oposición a Kichi. Después de que la Junta haya perdido 20 años sin saber qué hacer en Cádiz, se encuentra con el lastre de los proyectos fantasmagóricos y con la incredulidad de los gaditanos. Por lo que la Junta, con mamarrachadas como el Hospital de Puntales y la Ciudad de la Justicia en su historial, no puede liderar nada. Aparte de que ahí está la estación de autobuses. Y se teme el chapú del tranvía.
En este vacío de poder, el Gobierno central (que sigue siendo del PP) parece como si no existiera. Incluso han cambiado de puntillas al subdelegado del Gobierno. Lo mismo da. Van a estar cuatro años a la espera de que le den otra vuelta a la tortilla, sin interés por quemarse en ese guiso.
Como comprenderán, para la iniciativa privada, Cádiz no es un lugar ideal para invertir. Véase lo ocurrido en el mercado gastronómico de la estación y las críticas al hotel sin conocer el proyecto. Así nos va.
José Joaquín León