EL barrio de Santa María tenía fama de ser el más rojo de Cádiz. La leyenda venía desde la II República y la Guerra Civil. Fue uno de los pocos lugares de la ciudad donde hubo resistencia visible el 18 de julio de 1936, con tiros en las calles y una represión posterior. Por otra parte, tristemente, algunos miembros del rojerío radical habían incendiado en 1932 y en marzo de 1936 (por consiguiente, mientras gobernaban los republicanos, antes del 18 de julio) las tres iglesias del barrio: la Merced, Santo Domingo y Santa María. En esos incendios, ardió por completo la Merced (con una pérdida irreparable de su patrimonio artístico), se quemó la primera imagen de la Virgen del Rosario (y también la segunda), así como estuvieron a punto de cargarse por completo la imagen del Nazareno, y se perdió la Virgen de los Dolores.

Eso lo recuerdo por hacer memoria histórica. El barrio fue marginado y castigado en los tiempos de Franco, incluso lo quisieron derribar. Se encontraba junto a la cárcel, a la que iban a parar algunos vecinos. Sin embargo, era un barrio de gente trabajadora y admirable. Es sabido que los viejos palacios, como la Casa Lasquetty, se convirtieron en partiditos para vecinos que vivían hacinados. Con alegría y buen ambiente. Pero con evidentes penurias y con un modo de vida que rayaba en lo inhumano.

Cuando llegó la Transición y volvió la democracia, el PSOE arrasaba. Al alcalde Carlos Díaz le decían guapo las marías por las calles del barrio. Llegó a conseguir porcentajes de votos en torno al 80%. Sin ser capillita, él mismo entregaba el bastón de mando al Regidor Perpetuo. Cuando lo echaron los suyos de la Alcaldía, el barrio estaba cambiando. Se había puesto en marcha, con lentitud, una política para erradicar la infravivienda. Más adelante, la siguiente alcaldesa, Teófila Martínez, incluso ganó a veces en ese barrio. Una victoria del PP en Santa María no la hubieran imaginado los viejos del lugar.

Con el tiempo, gracias a la Junta del PSOE y al Ayuntamiento del PP, cambió mucho el barrio. Llegaron nuevos vecinos y desaparecieron no pocos de los antiguos. El día que eligieron alcalde a Kichi el de Podemos, resultó que era un muchacho con orígenes familiares en el barrio. Desde hace más de tres años que gobierna, cerca ya de cumplir el mandato, no ha conseguido nada para su gente. Siguen las infraviviendas que quedaban. Sigue la ruina lenta del monasterio de Santa María, que es una vergüenza para Cádiz. Ha vuelto el olvido con el que en otros tiempos castigaron al barrio.

José Joaquín León