EL Paseo Marítimo de Cádiz será uno de los grandes damnificados de los cuatro años de José María González como alcalde. Y todavía puede ser peor, porque empiezan las obras para reurbanizar una zona muy sensible desde el Hotel Playa Victoria a Cortadura, con el nuevo carril bici, la restricción del tráfico y la reforma del espacio para terrazas. Han prometido más espacio para los peatones, para los perros, para las bicicletas, para los garajes y para las terrazas de los bares. La multiplicación de los panes y los peces, gracias a Martín Vila. A la vista de lo que ha ocurrido en el tramo del Cementerio al hotel se puede temer lo peor. El único consuelo para los afectados es que en mayo de 2019 habrá elecciones municipales.

En el Paseo Marítimo están mosqueados desde antes de empezar. A diferencia del centro, que va a mejor, allí van a peor. La oferta de los bares y restaurantes del casco antiguo atrajo a más público forastero, a la vez que disuadía a los vecinos para ir a Extramuros. También influye el segundo puente. Ahora los que viajan desde El Puerto de Santa María o Puerto Real, en vehículos propios, llegan antes al centro que al Paseo Marítimo. Asimismo les perjudican la avenida transversal incompleta, la pérdida de aparcamiento y las restricciones de tráfico.

Pero no se trata sólo de distancias. Se palpa una atmósfera de incipiente decadencia nocturna en lo que fue la joya de la corona del verano en Cádiz durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI. En aquel tiempo, el Paseo Marítimo tenía un gran ambiente en las noches de julio y sobre todo agosto, aunque bajaba en septiembre y se reducía al mínimo desde octubre hasta mayo. Las noches del  poniente gaditano son frías. Sólo las comidas de Navidad y las despedidas de solteras y solteros les salvaban los muebles.  En el otoño y el invierno, el Paseo se entristecía.

El horror de los hosteleros de la zona viene por el miedo a entristecerlo todo el año. El miedo a que en el futuro se pierda la costumbre de ir a un Paseo Marítimo desangelado e incómodo. El miedo a que deje de ser el referente para el veraneo nocturno en Cádiz. Extender la tristeza a las noches de verano resultaría insoportable para muchos negocios. No hay que exagerar, pero algunos indicios son alarmantes.

La política municipal tiene consecuencias, para bien o para mal. En el Paseo queda mucho por resolver, incluyendo el futuro del Tiempo Libre, que también contribuyó a los años del esplendor perdido. Veremos cómo se queda con las nuevas obras.

José Joaquín León