POR decirlo con propiedad, en Cádiz no gobierna la extrema izquierda anticapitalista, ni los podemitas críticos, sino que se ha convertido en el feudo del coleguismo. Después de aquellas polémicas decimonónicas entre el socialismo utópico, el comunismo científico de Marx y los grupos anarquistas, que se prolongaron en el siglo pasado, hemos llegado a unos tiempos diferentes, donde las disputas judiciales se establecen entre la Biblia y la revista Nature, que sería como una biblia científica, con sus profetas laicos de Madrid. Pero en Cádiz, ajenos a esas sutilezas, se ha inventado el coleguismo, que aspira a seguir en el poder cuatro años más. Porque unidos podemos. O eso esperan.

Cuando nos visitan intelectuales laicos (o creyentes), procedentes de otras latitudes, suelen preguntar por la gestión del alcalde, José María González, al que los forasteros llaman er Kichi, como si fuera de su pandilla. La respuesta que suelen recibir es del siguiente porte: “Como alcalde es un desastre, pero es muy buen muchacho”. Y a veces lo rematan: “Gana mucho en las distancias cortas, porque es muy simpático”.

“Ole ahí mi Kichi”, piensa el otro, y supone que la ciudad ha votado por un relaciones públicas de discoteca. Después se llega a la conclusión de que siendo ésta la capital del buen humor, lo natural es que el alcalde resulte simpático, no iba a ser un pedazo de sieso manío para estropear la imagen dicharachera de la ciudad. Por tanto, el forastero entiende que cada lugar tiene lo que se merece. Y, en el caso de Cádiz, lo que se merece es un alcalde simpático, un buen muchacho, que gana en las distancias cortas. En esta ciudad no hay largas distancias.

Así se ha propagado el coleguismo. ¡Ojo!, no es como el amiguismo. La diferencia consiste en que el amiguismo se basa en el tráfico de influencias, el 3% de las comisiones, el caso Gürtel con la trama de amiguetes, la tarjeta de la Faffe cuando se gastaban el dinero del empleo público andaluz en comilonas, cafés, copas y puticlubs. Cosas de esas. Aquí no hay amiguismo, gracias a Dios y a la revista Nature, sino que aquí lo que se fomenta es el coleguismo. Todo con mucha transparencia. Porque el alcalde es transparente. Al forastero le dicen: “El alcalde es lo que ves”. Y aunque todos los días no se le ve igual, sino que en ocasiones va más arreglaíto, en general se ve que es espontáneo y sandunguero, con tendencia a decir que sí a todo y después se le olvida.

El coleguismo funciona en Cádiz. Es lo único que funciona. Es como un juego que divierte, distrae y no compromete a nada.

José Joaquín León