POR supuesto que el caso del periodista saudí Jamal Khashoggi es un repugnante crimen político. Con el agravante de haberse cometido en el Consulado de Arabia en Estambul. Por supuesto que se pueden adoptar sanciones, cuando se confirme lo ocurrido. Pero está por ver que eso deba afectar a las famosas corbetas encargadas a Navantia. Y no ya por los 1.800 millones de la inversión y los cinco años de trabajo para 6.000 personas, sino porque las sanciones internacionales se combinan con los intereses económicos y políticos estratégicos. Irán, Venezuela y Cuba son ejemplos de países para los que también han acordado sanciones. Y eso no ha impedido ciertas operaciones comerciales.

En el caso Khashoggi hay que tener en cuenta las relaciones internacionales para que España no proceda en contra de sus intereses. Todos los países van a favor de los suyos. También Alemania, que actúa con tanto celo porque los hechos ocurrieron en Turquía, un país con el que mantiene una relación muy delicada y especial, a causa de los inmigrantes y los refugiados. Merkel anda con pies de plomo al tratar con Erdogan. Pero España no es como Alemania en sus relaciones con Turquía y Arabia. Los alemanes jamás se perjudicarían ellos mismos.

Por otra parte, sin negar que es un régimen feudal (como casi todos los del Golfo Pérsico y Oriente), existe una conjura internacional contra Arabia Saudí, encabezada por Irán. Para sus propósitos (seguidos por Podemos) de boicotear al régimen de Riad les vienen muy bien casos como éste, que es muy grave; pero por desgracia no es el único crimen de Estado que se ha cometido en el mundo este año. Arabia afronta una débil y tibia apertura que algunos quieren frenar.

Es un país importante para los intereses comerciales de España. No sólo por las corbetas a construir en San Fernando. También por otros proyectos, como el AVE de la Meca y el Metro de Riad, y por inversiones con empresas españolas. En el caso de las corbetas, si no las hacen en la Bahía de Cádiz, pues las encargarán a otro país. Los 10 astilleros más grandes del mundo son siete coreanos, dos chinos y uno japonés. En Italia, donde gobierna Salvini a su manera, no le harían ascos si se las encargan a los astilleros de Fincantieri. Así que corbetas van a tener. Ahora la única duda es dónde las construyen, las cobran y aportan empleo.

Aparte de eso, si cae el régimen de Arabia (que no será el caso), podría venir otro peor. Allí está La Meca. Y es la cuna de Ben Laden y de los grupos terroristas islámicos. Es un país de alta estrategia mundial.

José Joaquín León