ALGUNAS cosas no pueden ser, y además son imposibles. Es lo que sucedía con el proyecto para convertir el faro de Trafalgar en un hotel de lujo. Una idea absurda que patrocinaban la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz y el Ayuntamiento de Barbate. Comprendo que quieren obtener beneficios con un faro, pero lo más aconsejable no era lo previsto: adaptarlo a hotel de lujo, ¡con tres habitaciones! Sólo faltaba invitar a Paula Echevarría, asidua del Novo, o a la influencer Dulceida con su pareja Alba para hacerle publicidad. O incluso al escritor Arturo Pérez-Reverte, que publicó una novela titulada Cabo Trafalgar. Ha pasado lo que se suponía: lo han frenado con la Ley de Costas.

Así lo confirma el Gobierno, a través de un Ministerio que  ahora se denomina de Transición Ecológica y tiene por titular a Teresa Ribera, una ministra que pasa desapercibida, como los árbitros que enseñan pocas tarjetas. Pero el Ministerio de la Transición Ecológica (que no se sabe a dónde nos llevará) hubiera quedado fatal si lleva a convertir un faro en un hotelillo donde no cabría una familia numerosa, ni se podría organizar un congreso con 10 médicos. ¿Eso qué sería? ¿Un hotel o un taxi? 

Al menos no se derribaría el faro, como el hotel del Algarrobico en Carboneras (provincia de Almería), que al principio lo autorizó la Junta, pillada en flagrante fuera de juego. El hotel hubiera tenido sus peculiaridades. Pues no sólo estaría situado en un faro histórico, en un paraje histórico, en donde hubo una batalla histórica. También estaría en una playa donde  prohibió el baño el Ayuntamiento de Barbate que preside el alcalde, Miguel Molina, que quería construir el hotel, junto al presidente portuario, José Luis Blanco. O sea, que usted alquila tres habitaciones del hotel de lujo, y cuando baja a la playa se encuentra una bandera roja. No del PCE, sino de Prohibido el baño. Puede que también te encuentres una patera, y unas corrientes en la Aceitera que lo mismo te llevan para Tarifa o para Tánger.

Pero no han escarmentado. Ahora quieren montar un restaurante. Digo yo que será El Faro de Trafalgar. Sólo faltaría Gonzalo Córdoba y su familia. Para llegar a ese restaurante no hay carretera abierta, lo recuerdo, y a la vuelta puedes hacer la digestión con la caminata. Raro es que no quieran montar un chiringuito en el faro, tanto en verano como en invierno, tras pedir el oportuno permiso a la Junta de Andalucía, y con el asesoramiento de Martín Vila.

Otra solución sería que dejen el faro como está. Puede que sea lo mejor.

José Joaquín León