UNA de las herencias más funestas que nos deja el año 2018 es el fortalecimiento del extremismo. Las dos Españas están al más alto nivel de enfrentamiento desde la Transición. Y sucede porque hay fisuras en el consenso y la reconciliación que hicieron posible la superación de la Guerra Civil para abrir un nuevo periodo. La historia juzgará a los irresponsables que activaron el odio para volver a tensar el ambiente guerracivilista con el que se han fastidiado las dos Españas. Algunos pensarán que es una exageración. Ciertamente, gracias Dios, hemos mejorado lo bastante para que la mayoría de los españoles no quieran ese ambiente.

Sin embargo, el auge de Podemos en los años anteriores y de Vox en las elecciones andaluzas de 2018, es consecuencia de esa ruptura. Con Zapatero empezaron casi todos los males más graves de la España actual, y ese también. La aparición de Pablo Iglesias, como caudillo de los indignados, en su ascensión a los cielos de Podemos, fue la gran revelación. Pensaron que sí se puede llegar a la Moncloa desde la acampada en la Puerta del Sol, pero ya se vio después con qué compañeros de viaje: con Pedro Sánchez de vuelta en el PSOE (que era como Zapatero multiplicado por tres) y con Puigdemont, Junqueras, Otegi y otros así.

En esos casos, empieza a funcionar la ley del Péndulo. Cuando se movía poco se quedaba en el centro, y pasó del PSOE felipista a un PP refundado. Pero si se mueve mucho hacia la izquierda extrema, pues también se irá hacia la derecha extrema. Así ha surgido el éxito de Vox. Por reacción. A Vox la han encumbrado Podemos y el PSOE de Sánchez, porque piensan que eso les beneficiará y aumentará el odio a la derecha.

Las consecuencias ahí están. En Cádiz se nota todavía más. Cádiz sólo aparece en los medios nacionales por las paridas de Kichi, al que más allá de Río Arillo nadie conoce como José María González. Ahora se ha difundido que Kichi llamó a Vox “excremento del PP” y Serrano lo califica como “comunista rancio”. En Cádiz tuvo lugar la manifestación “antifascista” más violenta contra los resultados del 2 de diciembre. Hay un cierto Cádiz que sigue haciendo méritos para aislarse del mundo civilizado.

Dice el alcalde, en la entrevista de Pedro M. Espinosa, que “Cádiz puede ser lo que quiera, pero tiene que decidir a dónde ir”. En eso le doy la razón. Tiene que decidir, dentro de cinco meses, si prefiere la civilización o la barbarie. Y si prefiere la barbarie, seguirán cuatro años de lamentos. En un ambiente extremista pierde el pueblo.

José Joaquín León