LA Medalla de Andalucía de Antonio Martín pasará a la historia. Se le ha concedido incluso antes de proclamar oficialmente los premios del 28 de febrero. Se le ha concedido porque la han pedido instituciones, colectivos, cantantes, famosos, carnavaleros, personas de todo tipo (entre los que me incluyo), en plan de aclamación popular, con más de 4.000 firmas. Esto ha sido como un clamor que se ha gestado de abajo arriba, desde la base del pueblo viñero a las autoridades del palacio de San Telmo. Algunos dirán que ha sido un ejemplo de participación, pero también ha sido un por co…razones. Es decir, que se la tenían que conceder, y punto.

Cuando empezó a gestarse este nuevo maremoto de la Caleta a la calle la Palma, con destino a la Cruz Verde, todavía estaba Susana Díaz en la presidencia de la Junta. Mientras que al final se la va a conceder el nuevo gobierno andaluz que preside Juanma Moreno y vicepreside Juan Marín. Pero conviene dejar claro que no hay ninguna motivación política. Todo lo contrario. La Medalla de Andalucía de Antonio Martín ha sido avalada por personas de todas las ideologías, con lo cual se engrandece, porque no se trata de un regalo de colegas recompensados, como algunos que la recibieron, sino de lo dicho: un clamor popular.

Antonio Martín ha declarado que su Medalla de Andalucía es un premio para el Carnaval de Cádiz, “desde Paco Alba a Martínez Ares”. Pero es, principalmente, un premio para él, para aquel niño mítico de la calle San Vicente que acudió al Falla cargado de ilusiones con ‘Los mayordomos’ en 1968, sin saber lo que le vendría por delante. Medio siglo de coplas, para convertirse en un grande de la historia del Carnaval, con un estilo (el martinismo) que es reconocible nada más se oye un pasodoble.

En la historia de las medallas de Andalucía van a estar dos carnavaleros gaditanos: don Enrique Villegas y don Antonio Martín. Ambos con sus sombreros y con su don, que es como un título nobiliario carnavalesco que se conquista, y no se recibe por la cara. Aquel Antoñito, adelantado a su tiempo, después de muchos éxitos (y también de algunos sinsabores), es hoy don Antonio, el que es reconocido en toda Andalucía como patriarca del Carnaval gaditano.

Estoy seguro de que si viviera Paco Alba volvería a llorar el 28 de febrero, pero no de pena, como aquella noche de ‘Estampas goyescas’, sino de la alegría de ver que aquel Antoñito continuó con su ‘Capricho Andaluz’, y se ganó un sitio junto a él, en los cielos de Cai, que aquí llaman paraíso.

José Joaquín León