EL control de las palomas es imprescindible. Señoras y señores animalistas, no exageren, que Cádiz no es como Auschwitz o Treblinka para las aves. Además, tenemos un alcalde podemita, que en este caso es una ventaja. Mira tú por dónde, José Vicente, hoy voy a escribir bien del alcalde, que ha tenido lo que hay que tener para dar luz verde a la recogida de palomas. Por fin… Si Teófila, en sus tiempos de alcaldesa, hubiera ordenado una redada de palomas, la hubieran comparado con Hitler, como mínimo. Pero Kichi es de Podemos (o era, no lo tengo claro), y nadie lo va a comparar con Stalin por retirar a unas cuantas palomas de las plazas gaditanas. Se las llevarán a un palomar ecológico y no las van a soltar en Siberia.

El animalismo es bueno, pero tiene sus limitaciones. Eso de la moralina animalista, en un plan  más intelectual, lo explicó muy bien Mario Vargas Llosa, en un artículo que publicó en El País, titulado ¡Cuidado con Elizabeth Costello!, donde empezaba diciendo que el autor de esa novela,  J. M. Coetzee, premio Nobel de Literatura en 2003, es uno de los mejores novelistas vivos, pero luego lo ponía a parir por su animalismo. Venía a decir Vargas Llosa, aunque más finamente, que no se debe considerar genocida al que come un chuletón de buey, como pretenden algunos vegetarianos del tipo Costello.

Con las palomas pasa igual. Ya he escrito que tienen una sobrevaloración espiritual por dos motivos: por el Arca de Noé y por el Espíritu Santo. Precisamente la captura ha sucedido en el tiempo de Pentecostés. Pero conceder un carácter divino a las palomas, como hacen los hindúes con los elefantes y las vacas, distorsiona el asunto. Y, además, genera confusión religiosa, porque el Espíritu Santo no es una paloma, sino el Espíritu de Dios, que es invisible. El Espíritu Santo no se ve, se siente, que es distinto. Y la fe es ciega. Pero hay algunos que si no tocan no ven. Esas cosas hay que explicarlas bien en catequesis para no crear confusiones.

Esto lo menciono porque cuando se habla de las palomas, el debate se eleva. Y es raro no citar a artistas comunistas, como Pablo Picasso y Rafael Alberti. Las palomas están sobrevaloradas por la religión y por la política. Las palomas no son como los cerdos, que tan mala prensa tienen, y son considerados impuros en algunas religiones, aunque no entre los católicos, que pueden comer jamón, gracias a Dios, excepto en los días de abstinencia en Cuaresma. Por eso, a los cerdos los sacrifican sin problemas. Los cerdos son unos parias entre los animales, pero las palomas viven como reinas.

José Joaquín León