EN otros tiempos, más convencionales y carcas, las abuelas preguntaban a sus nietecitos y nietecitas qué querían ser de mayores. Hubieran quedado muy desanimadas y tristes si alguno o alguna le hubiera respondido: “político” o “política”. Por entonces, las abuelas contaban a sus nietecitos y nietecitas que lo mejor era ser “apolíticos”, y así no te pasaría como a ese abuelo o aquel tío, a los que habían fusilado en la Guerra Civil. Las cosas han cambiado a mejor, gracias a Dios, y ya no hay esos riesgos tan salvajes de antaño. Pero la profesión de político es una de las peor valoradas, como casi todas las que empiezan por p, entre ellas periodista.

No se sabe por qué existe ese odio. Sobre todo al político profesional. Si alguien es político por afición, y cobra 400 euros al mes en el Ayuntamiento, se considera como mal menor. Pero si uno o una trabaja como político en la Diputación, y cobra más de 60.000 euros al año, el odio pasa a ser inevitable, excepto que done más de la mitad de su sueldo a los pobres. Antes se decía que la caridad es humilde, y que la mano izquierda no se debe enterar de lo que da la mano derecha. Ahora lo cuentan con pelos y señales.

Sin embargo, en la política también aparecen de vez en cuando casos admirables. Personas que podrían seguir como políticos profesionales, pero renuncian a sus cargos para estudiar y ejercer otra profesión. En Cádiz tenemos el buen ejemplo de María Romay. En los descartes que hicieron en el grupo de Podemos, a  María no la quitaron por su gestión, sino que ella tenía otros proyectos vitales. Había entrado en Fiestas después de que otro compañero caldeara el ambiente del mundo del Carnaval. Gestionar tanta Cultura (con mayúscula) carnavalesca es imposible, pero ella lo ha pacificado dentro de un orden. Ahora todos dicen que se debería municipalizar el concurso, y Kichi los quiere poner al nivel de Aristóteles o Platón. Momento en el que ella, con inteligencia, se pira para seguir sus estudios, preparar unas oposiciones y buscarse un trabajo. Llegó muy joven, y se fue de teniente de alcalde siendo aún veinteañera.

Casos como el de María Romay deben servir de ejemplo a la juventud. Muchachos y muchachas que os habéis metido en las listas, hay vida fuera de la política. Fíjaos en Donald Trump, que ha cumplido 72 años y ha llegado a presidente de EEUU siendo ya multimillonario; o en Xi Jinping, por decir un comunista, que es presidente de China, a sus 65 años. Hay tiempo para ser felices, no malgastéis vuestra juventud. Recordad que las abuelas siempre tienen razón.

José Joaquín León