UNA vez que ha pasado el debate de la investidura de Pedro Sánchez, y otras desgracias parecidas, entramos en los momentos del veraneo profundo. Es cuando aparecen las celebridades que dan brillo a nuestras costas. Es el caso de Georgina Rodríguez, la pareja de Cristiano Ronaldo, que ha pasado unos días en el Royal Hideaway Sancti Petri, ese hotel del Novo al que todo el mundo conoce con el nombre de su empresa, el Barceló, al que acuden todos los años las celebridades que tiran del carro. Como Paula Echevarría, que debería ser la madrina de ese hotel, por la fama que le ha dado en las revistas del corazón. Y no sólo ella, también Blanca Suárez o Cristina Pedroche, entre otras.

El Novo Sacti Petri ejerce como locomotora del glamour en la Bahía, gracias a ese hotelazo de cinco estrellas de Barceló. Muchos gaditanos y gaditanas hemos ido a su afamado spa, como regalo de cumpleaños, y cosas así, pero no es lo mismo que disfrutar de una suite en temporada alta, a unos precios que se llevarían medio sueldo de un concejal en un solo día. En ese hotel chiclanero, y en otros de lujo del Novo, se alojan durante estas fechas del verano otras personalidades, entre ellas empresarios de postín, que pasan desapercibidos, no sea que un futuro ministro de Hacienda podemita los sacuda a impuestos para ricos.

Sin embargo, Georgina es diferente. La pareja de Cristiano Ronaldo, con su familia, tiene costumbres como cualquiera de nosotros. Al parecer estuvo en Bahía Sur, y no para interesarse por el espacio que abandonará El Corte Inglés, sino para comprar en esas tiendas donde compramos todos. Georgina no lució un cartelito, donde se leyera “Soy Georgina”, sino que la gente la veía, y pensaba que era una muchacha que se parecía mucho a Georgina, teniendo en cuenta que no pocas muchachas se parecen a las celebridades y se visten igual. Aunque algún guardaespaldas daba el cante.

La ciudad de Cádiz, por el contrario, se está quedando apeada del glamour. Una celebridad de ese porte acostumbra a pasear en limusina, pero aquí no paran de abrir carriles para bicis y patinetes. En la posguerra se decía que la bicicleta era el vehículo de los pobres, y con los patinetes jugaban los niños en la plaza Mina. En la ciudad de Cádiz quieren peatonalizar todas las calles donde no haya carril bici, y se está poniendo imposible para las limusinas, que disponen de más espacios en el Novo. En Cádiz tampoco hay hoteles de cinco estrellas. Por eso, Georgina, Paula y otras celebridades no vienen a la batalla de coplas ni al Piojito.

José Joaquín León